Reflexiones Dominicales

Colaboración especial para compartir con los parroquianos y, de paso, con algún sacerdote que pueda sentirse inspirado para su prédica dominical.

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La palabra “Mitzvá” significa “mandamiento” como sinónimo de ordenanza, observancia, precepto, etc. Los estudiosos de la Torá, que comprende los primeros cinco libros de la Biblia, encuentran muchos preceptos de Moisés, especialmente en Levítico y Deuteronomio, y han logrado definir 613 mandamientos. Las lecturas de este domingo giran alrededor de la vigencia y validez de las normas.

Para que una religión o un culto tenga congruencia y unidad es menester seguir determinadas normas, aplicables a todos y cada uno de los seguidores. A los primeros cristianos se les aplicaban las disposiciones propias de la religión hebrea, después de todo el cristianismo surgió como un retoño vigoroso del viejo tronco del judaísmo.

Primera lectura. Poco antes de dominar y tomar posesión de la tierra ofrecida por Yahvé, Moisés recuerda al pueblo que cumplan los mandatos y decretos que el patriarca ha ido transmitiendo. Advierte que no le añadan nada ni le supriman nada. Cumpliendo esos preceptos los pueblos vecinos sentirán admiración por “un pueblo sabio e inteligente”. Una gran nación que tiene mandatos y decretos justos y, sobre todo, que tiene “unos dioses tan cercanos como el Señor, nuestro Dios, siempre que lo invocamos”.

Insiste Moisés en dar fiel cumplimiento a las leyes del Señor para la prosperidad de Israel y la felicidad de sus habitantes. Ese mensaje ha superado la distancia de los siglos y aplica hoy, para usted y para mí: cumplamos con los mandatos de Dios y nuestra vida será plena. Más adelante Jesús hará una distinción en preceptos que son puramente de forma y otros que son de fondo.

Salmo. Quien sigue los preceptos divinos tendrá como premio el hospedarse en la tienda del Señor. Los demás no tienen espacio en dicha tienda. Son bienvenidos “los que proceden honradamente y practican la justicia; quien tiene intenciones leales y no hace mal a su prójimo, ni calumnia ni difama. El que considera despreciable al impío”. ¿Cuántos impíos tenemos a nuestro alrededor? y lejos de considerarlos despreciables se les admira como personajes o figuras importantes. Políticos corruptos, empresarios inescrupulosos, narcotraficantes, etc.

Segunda lectura. El apóstol Santiago nos recuerda que “la religiosidad auténtica e intachable a los ojos de Dios padre es atender a los huérfanos y viudas en su aflicción y mantenerse incontaminado del mundo.” A contrario sentido, se entiende que puede haber “religiosidad no auténtica”. Aquella que se ocupa en los detalles, las formas, los rituales, pero dejando de lado lo principal: el amor a Dios y al prójimo. Reitera el apóstol que debemos aceptar con docilidad la palabra de la verdad “que ha sido injertada en vosotros y es capaz de salvar vuestras vidas”. Nos recuerda también que no basta con “oír” la palabra sino ponerla en práctica. Nos recuerda que no se trata de ser “religioso”; debemos entregarnos por entero a Dios y cumplir con el contenido de sus preceptos.

Evangelio. Conforme el texto de san Marcos, las palabras de Jesús, repasando las del profeta Isaías, son duras: “Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. El culto que me dan está vacío, porque la doctrina que enseñan son preceptos humanos.” 

Como en anteriores ocasiones los fariseos y algunos escribas iban siguiendo a Jesús. Habían llegado de Jerusalén, unos cuatro días de camino. O sea que lo tenían en la mira, observando qué hacía, qué enseñaba, cómo se comportaba el grupo. Buscaban cualquier error o pretexto para criticarlo y, eventualmente, encausarlo. En este caso observaron que sus acompañantes no hacían las abluciones según la tradición, la que se habrá iniciado siglos atrás por razones higiénicas, lavarse las manos antes de tomar el pan y demás alimentos, pero que se extendió por su simbolismo a una purificación también del interior.

Jesús conocía bien la intención de los fariseos así como el interior de su corazón. Mucha hipocresía en guardar las formas (para que todos se enteraran de cuán “buenos” eran) pero dejando de lado la esencia: la misericordia. Como dijo el profeta Oseas: “Misericordia quiero y no sacrificio y conocimiento de Dios más que holocaustos” (Os 6:6,7). Nulas son las formas si no se cumple el fondo, el amor a Dios y al prójimo.

Por lo mismo la esencia viene de adentro, del corazón del ser humano. “Nada que entre de fuera puede hacer al hombre impuro; lo que sale de dentro es lo que hace impuro al hombre.” Más allá de los rituales de pureza corporal está la pureza espiritual y el foco de contaminación anida en el corazón de los humanos; de allí salen “los pensamientos perversos, las fornicaciones, robos, homicidios, adulterios, codicias, malicias, fraudes, desenfreno, envidia, difamación, orgullo, frivolidad”. Toda esa suciedad se gesta en el corazón y es lo que realmente hace impuras a las personas.

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