Primera lectura. Esta primera lectura tomada del libro del Segundo libro de Reyes es preámbulo y anticipo del Evangelio. Eliseo, uno de los más grandes profetas, discípulo de Elías, fue un mero instrumento del milagro en el que de 20 panes de cebada se saciaron 100 personas; Eliseo anticipó que el Señor había dicho: “Comerán y sobrará”. Aquí comieron esas 100 personas, pero en el relato evangélico de más adelante, fueron más de 5,000, de esa forma materializaba la majestad del nuevo profeta: Jesús.
Segunda lectura. En su mensaje a los efesios, Pablo les recuerda que deben ser siempre humildes y amables. Llamado que recuerda el mensaje de Jesús: “aprended de mí que soy manso y humilde de corazón”. Valga el recordatorio por aquellos cristianos presuntuosos y engreídos, especialmente aquellos predicadores que se ufanan por su función. Curas y pastores que viven con toda pompa.
Por otra parte, resalta asimismo el valor de la unidad del Espíritu con el vínculo de la paz.
Evangelio. El milagro de la multiplicación de los panes y peces es el único prodigio que relatan los cuatro evangelistas. La fama de Jesús se iba extendiendo en las regiones ribereñas del lago de Genesaret. Por lo mismo, eran cada vez mayores las multitudes de manera espontánea que lo seguían. No tomaban en cuenta los detalles prácticos –dónde vamos a comer o pernoctar–, el único impulso era la esperanza de escuchar y alimentarse de su palabra: “no solo de pan vive el hombre”. Pero eran seres humanos y les dio hambre. De manera casi instintiva se congregaron en las laderas de un cerro al lado del lago. Muy candorosos no pensaron en la alimentación física.
De los versículos citados se pueden derivar varias reflexiones:
Poner a prueba. Sabiendo lo que iba a hacer le preguntó a Felipe “¿con qué compraremos panes para que coman estos?” Felipe le contestó que con 200 denarios no iba a alcanzar. Era una multitud de 5,000 hombres, con sus mujeres y niños, o sea, unas 8,000 bocas hambrientas. ¿Se podría comprar pan suficiente con 200 quetzales? Imagino que al iniciar la misa el padre llevara una canasta con dos tiras de panes franceses y le dijera a la congregación que todos comieran. Imposible. Al igual que a Felipe, Jesús nos pone constantemente a prueba. Quiere medir el nivel de nuestra fe y confianza.
Desprendimiento. El muchacho que ofreció cinco panes de cebada y dos peces ofreció todo lo que tenía pero, obviamente, no era suficiente para alimentar ni siquiera a los doce apóstoles. Pero en el gesto hay algo simbólico, alguien que entrega todo lo que tiene en la esperanza de que “sirva para algo”, y vaya si no. Todo milagro requiere un punto inicial de mucha fe y así fue como la semilla de la que salieron decenas de cestas de pan y de pescado. Desde las limitaciones humanas las cosas pueden parecer pequeñas, acaso insignificantes, pero para Dios tienen otra perspectiva; las cosas adquieren otra dimensión cuando se incorporan al plan divino que es dueño de todo. Lo que el Señor quiere, no son panes ni peces, es el desprendimiento de quien los ofrece.
Agradecimiento. Al tomar los alimentos que el joven había ofrecido Jesús, antes de realizar el milagro, “dijo la acción de gracias”. Por un lado agradeció al Padre por la posibilidad de multiplicar la comida y seguidamente bendijo dichos alimentos antes de repartirlos.
Trabajo en equipo. Jesús organizó el proceso de repartir los panes y peces. Ordenó que se sentaran, nada de tumultos. Imaginemos luego a los apóstoles, cada uno cargando una canasta, va y viene, dirigiéndose a diferentes puntos de la montaña ofreciendo a la gente que estaba sentada.
Rey. La población se dio cuenta de que “algo extraño” estaba pasando y querían proclamar rey a Jesús. No era el momento y por eso se retiró otra vez a la montaña, Él solo.
Abundancia. La multitud quedó saciada y sobró mucha comida: sobraron doce canastos de pan. Doce, por igual número de las tribus de Israel y por los apóstoles. Cuando confiamos en Dios las cosas van a sobreabundar.
Cebada. Cabe puntualizar que los panes, tanto con Eliseo como con Jesús, no eran panes de trigo sino que de cebada. Independientemente de otras posibles interpretaciones, como la espiga de cebada madura antes que la del trigo por eso el milagro habrá sucedido en los meses siguientes a la Pascua.