Raul Molina Mejía

rmolina20@hotmail.com

Nació el 20/02/43. Decano de Ingeniería y Rector en funciones de USAC. Cofundador de la Representación Unitaria de la Oposición Guatemalteca (RUOG) en 1982. Candidato a alcalde de la capital en 1999. Profesor universitario en Nueva York y la Universidad Alberto Hurtado (Chile). Directivo de la Red por la Paz y el Desarrollo de Guatemala (RPDG).

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La derecha del país y el imperio estadounidense han pasado siete décadas tratando de dar marcha atrás a los logros y promesas de la Revolución del 20 de Octubre de 1944; pero el Pueblo, gestor y beneficiario de dicha gesta, ha tenido la resiliencia necesaria para resistir los embates y apuntar, hoy, al desarrollo democrático. Fue la educación libertadora de la Revolución, sostenida por el magisterio nacional y los universitarios de San Carlos, la que sentó las bases de esta firme resistencia. Se lamenta que, ahora, magisterio y Usac, hayan sido capturados por grupúsculos corruptos, y propósitos de este momento han de recuperar el carácter liberador y democratizador de la educación y rescatar la Usac, para que cumpla a plenitud su mandato constitucional.

Si bien la “Primavera Democrática” duró apenas diez años, la lucha revolucionaria ha mantenido las banderas de la Revolución y les ha agregado las aspiraciones propias de los derechos de los pueblos en los siglos XX y XXI. La lucha contra la injerencia estadounidense ha sido una constante. Se dio en la resistencia a la intervención estadounidense, en 1954, y no fue doblegada, militarmente. Después de la renuncia de Árbenz y de la capitulación de los altos oficiales del ejército a la presión de la Embajada, los cadetes de la Escuela Politécnica se sublevaron y obligaron a desbandar al ejército mercenario. Universitarios y sindicalistas siguieron en la lucha y se produjeron tres gestas de gran significación: el movimiento insurgente del 13 de noviembre de 1960; las jornadas de marzo y abril de 1962; y el inicio de la lucha guerrillera en 1962. La lucha revolucionaria continuó por dos vías: la lucha política y la lucha armada. La primera logró colocar en la presidencia a un civil de ideas revolucionarias, aunque no se le permitió gobernar, y, con alianza revolucionaria de socialdemócratas y socialcristianos, intentó nuevamente llegar a la presidencia en los 70, antes de ser descabezada. La lucha armada, por su parte, enfrentada a feroz contrainsurgencia represiva, llegó al Acuerdo de Paz Firme y Duradera en 1996, como logro revolucionario.

Lo que los “poderosos” no lograron con su barbarie militar, se logró luego de la firma de la paz, mediante el incumplimiento de los acuerdos y la imposición del capitalismo neoliberal decretado por Washington como receta mundial. A partir de 2012, el Estado fue cooptado por mafias criminales y corruptas. Hubo resistencia revolucionaria contra Pérez, a quien se le obligó a renunciar; el movimiento se reactivó en 2017, para intentar expulsar a Jimmy; y la pugna contra Giammattei, terminada la pandemia, siguió firme hasta derrotar su intento de golpe de estado en 2023. Actualmente existe la gran oportunidad, con Arévalo y Herrera; pero solamente la unidad y la solidaridad de la gente honesta, fuerzas sociales y políticas progresistas y los pueblos ancestrales podrá convertir la celebración de la Revolución de Octubre en continuidad de la “Primavera Democrática”. Para esta nueva etapa, tenemos dos retos: sostener al gobierno actual y lograr un frente nacional electoral. ¡Asumamos el compromiso!

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