Raúl Molina
Durante los diecisiete días en julio de 1980 que me tocó presidir el CSU de la USAC, en mi condición de Rector en funciones, pudimos detener, si bien temporalmente, el brutal ataque de las fuerzas represivas del Estado. En el momento más difícil para la vida de la USAC, el CSU se hizo merecedor del apelativo de “Honorable”, ya que, superando el lógico temor a la muerte, tomamos las decisiones correctas y resistimos los embates de la dictadura militar. Hoy, me resulta insólito que el CSU tire el título de “Honorable” a la basura, a cambio de puñados de dólares y prebendas, pasadas, como cierto viaje a España que se ha denunciado, y futuras, con las promesas que hace la corrupción nacional. Se cae en la corrupción poco a poco; pero no hay vuelta atrás. Cada acto conduce a otro y lo que es hoy dádiva se convierte luego en extorsión. Para salir del fango de la corrupción, hay que hacer un esfuerzo enorme, basado en principios éticos y morales.
Lo que ha hecho el CSU en los días finales de la elección de rector 2022-2026 ha sido inaudito, y es inadmisible. Es también irresponsable, porque lejos de alentar una salida democrática a la profunda crisis de la universidad pública, ha generado condiciones para su profundización. Casi pareciera que la posición del candidato oficialista fue: “si no puedo ganar la elección, provoco la intervención estatal”. Hay tiempo para detener esta caída al vacío. Son pocos miembros del CSU los que han abrazado la causa de la corrupción nacional; pero es indudable que la mayoría no ha sabido actuar contra ella. En su momento, esquivaron acompañar la petición de renuncia a Giammattei; no levantó la voz frente al pésimo tratamiento gubernamental de la pandemia de COVID-19; aceptó que la autonomía universitaria fuese pisoteada por la CC al desechar la elección de la magistrada Gloria Porras; y muchas fallas más. En el proceso electoral de rector, quienes están confabulados con la corrupción nacional han logrado que el CSU, en su conjunto, avale los graves fraudes cometidos. Estar con los corruptos se convierte así en un hecho delincuencial, no solamente condenable por la comunidad universitaria de hoy y la Historia, sino que también por la justicia, en cuanto ésta se quite la camisa de fuerza.
Insto a las y los miembros del CSU a que, con base a la ética y la legalidad universitaria, den por cancelado el proceso electoral de inmediato, ya que se hizo nulo al no realizarse en la fecha, inaplazable, que fijó el CSU para la elección por parte del Cuerpo Electoral Universitario. Se hace ineludible proceder a un nuevo proceso electoral; pero no puede ser bajo las mismas condiciones. En un plazo de dos meses, debe aprobarse un proceso electoral sin las fallas actuales: con participación de profesores y estudiantes de las Escuelas Facultativas y Centros Regionales; con un balance equitativo entre profesionales egresados de la USAC, profesores y estudiantes; con un reglamento que supere las enormes lagunas actuales; y con la inclusión de artículos ratificatorio y revocatorio de las autoridades universitarias. Bajo las nuevas condiciones, urge abrir un nuevo proceso electoral.