Raul Molina
Mi primer 11 de septiembre significativo fue en 1970, al nacer mi hija mayor en Guatemala. Tres años después, el día tomaría una connotación trágica para América Latina y el Caribe con el golpe cívico-militar que derrocó en Chile a Salvador Allende, fruto de las maquinaciones de Washington, las ambiciones de grandes capitalistas y la traición de las fuerzas armadas, para imponer la brutal dictadura de Pinochet. Cuando llegó mi hija a sus veinte años, un nuevo hecho de violencia impactó a Guatemala en 1990, cuando la antropóloga Myrna Mack fue salvajemente acuchillada hasta su muerte por un comando militar, bajo las órdenes del alto mando. No era la primera profesional asesinada, ya que la lista fue grande durante el Conflicto Armado Interno; pero el hecho tuvo características particulares, con especial salvajismo y en momentos en que se proponía el Diálogo Nacional para terminar el conflicto. El hecho se denunció, ampliamente, ocupó lugar preponderante en la lucha por la verdad y la memoria histórica y, en los años recientes, se logró cierta justicia al respecto, por ser un caso paradigmático.
Once años después, en Nueva York, fui testigo cercano a las Torres Gemelas del ataque terrorista que las destruyó, perpetrado con dos aviones llenos de pasajeros. Supe de otros dos aviones que fueron a golpear, uno al Pentágono, con daños y muertes, y otro que iría a caer sobre la Casa Blanca o el Capitolio, sin llegar a su destino. Estas tragedias impactaron al pueblo estadounidense y provocaron muertes y daños nunca experimentados antes en suelo de EE. UU., más de tres mil sólo en las Torres Gemelas. Luego, el país fue brutalmente transformado por la derecha, lo que ha producido “teorías conspirativas” sobre la autoría y realización del ataque. El ataque llevó a la desproporcionada respuesta de Bush Jr. Sus medidas de represalia y las guerras subsecuentes en el Oriente Medio han sido devastadoras. La Universidad Brown destacó que, sin contar las víctimas de la invasión estadounidense, al menos medio millón de personas habían sido víctimas mortales en Pakistán, Iraq y Afganistán. Ahora, veinte años después, el pueblo afgano ha obligado a la ignominiosa retirada de EE. UU. Es cierto que hay mucha incertidumbre sobre el futuro de Afganistán; pero la salida de los estadounidenses puede marcar el principio del fin del imperialismo en el Oriente Medio. Al rememorar y conmemorar los hechos familiares y políticos del 11 de septiembre, debo señalar que es un día de contrastantes memorias, muy felices con los cumpleaños de mi hija, y muy serias y reflexivas ante todo tipo de terrorismo. Rindo homenaje hoy a los cientos de miles de chilenas y chilenos que fueron muertos, detenidos-desaparecidos, presos, torturados y/o exiliados por el régimen militar durante el período 1973-1990; también a Myrna Mack Chang y todas las doscientas mil víctimas asesinadas por el Estado de Guatemala, así como a más de cuarentaicinco mil personas detenidas-desaparecidas; e, igualmente, a las víctimas inocentes del ataque terrorista contra las Torres Gemelas, así como a las víctimas de las guerras lanzadas en represalia por Estados Unidos.