Ramón Cadena
Me extravié en los laberintos del sueño, hasta quedarme dormido largo y tendido. Igual que una serpiente, cuya mirada cazadora hipnotiza a su presa y la inmoviliza, tus ojos me durmieron toda la tarde, me penetraron, hasta llegar a capturar en sus manos trepadoras, curiosas y traviesas, todo el tiempo posible para encontrarnos en el sueño. El pasado, el presente y aquello que tendrá que pasar algún día de noviembre, bailaban al mismo ritmo, al mismo compás. Logré navegar en círculos sobre el paisaje. Al final de la lectura de las cartas de navegación, la vida me regaló una sobredosis de anestesia y dormí toda la tarde hasta que la madrugada iluminó nuevamente el horizonte.
El descanso fue suficiente para amanecer bastante repuesto. “Violencia contra periodistas es inédita”, leo en un número de prensa escrita. Esa es la verdad. La violencia del Estado de Guatemala se ensaña en contra de periodistas. Pero no sólo en contra de ellos, también en contra de abogados y abogadas. Ya sean abogadas que cumplen la función de juezas, de litigantes o de defensoras de los derechos humanos de los Pueblos Indígenas o de abogados que defienden los derechos de las personas y de las comunidades. Las autoridades del Estado arremeten en contra de todo lo que suene a oposición.
No importa si es hombre o mujer. La abogada Virginia Laparra está detenida arbitrariamente. El periodista José Rubén Zamora, también lo está. Ambos incomunicados sin ninguna razón. Lo que importa, es que se trate de defensores o defensoras de derechos humanos, que combaten la corrupción. A quienes lo hacen, se les castiga con la privación de su libertad, con el encierro, se les inmoviliza. Las ideas de ambos, hacen peligrar los intereses de la mafia guatemalteca. Se trata de dos representantes de las profesiones más difíciles de ejercer. Porque la función que cumplen periodistas y abogados/abogadas, está muy ligada al ejercicio de la democracia. Por algo, la primera está relacionada con el llamado “cuarto poder” y la segunda, con la existencia de los pesos y contrapesos de la democracia y con la independencia del Poder Judicial, sin la cual no hay democracia.
Dormí tanto la noche anterior, que tuve suficiente tiempo como para soñar contigo, para encontrarte en las telarañas del sueño. Logré adentrarme en tu territorio, tan fértil y, al mismo tiempo, tan lejano. Casualmente, el mismo día de tu cumpleaños fui a tu casa en el oriente del país. Después de saludarnos con un fuerte abrazo, salimos a pasear al pueblo. A nuestro sabor y antojo, pudimos inventar toda clase de juegos de azar. Rodar por la tierra hasta que el destino nos permitiera convertirnos en el número siete de la buena suerte o imaginar que éramos dados, que tenían el número siete tatuado en una de sus cúbicas espaldas o bien, jugar a arrancar cebollas sin piedad a lo largo de la carretera, hasta encontrar la cebolla premiada por la tierra. Muy pocas personas caminaban por las calles del pueblo.
Pudimos desearnos mutuamente que cumpliéramos muchos años más, siempre con salud, amor y multiplicando todas las ganancias por siete, número cabalístico según me lo dijiste enfrente de una agencia de Banrural, situada al final del puente. Ahora le doy más importancia al siete. Ya sea cuando lo veo venir o cuando lo encuentro en un libro de matemática, trato de sumarlo y nunca restarlo.
El día anterior, por medio de una consulta comunitaria, el pueblo había dicho que no quería que se explotara minería de metales en su territorio, ya que dañaba severamente el ambiente. Fue cuando entramos a la cantina “El porvenir del viajero”, que uní la protección del ambiente con la destrucción que provoca la minería de metales. En ese momento, me dijiste que el rostro de esa virgen que vimos expuesta en el atrio de la iglesia, parecía virgen de pueblo. Su cabello caía como cae el agua de la catarata en la gran montaña, fuerte contra la tierra, formando el riachuelo que alimentaba con agua el Río Grande, que finalmente desembocaba en algún punto del mar y producía una mezcla de agua dulce con agua salada, hasta que después de un tiempo, quedaba totalmente fundida y sólo era sal y agua. Las vírgenes de ciudad siempre tuvieron algo en la mirada que las hizo más terrenales. Mi abuela solía decirme que una virgen de pueblo era más virgen que una de ciudad. La ciudad inventa pecados que no se pueden lavar con facilidad, me repetía una y otra vez. Mientras que en el pueblo, la virgen hace milagros, decía con su voz llena de esperanza.
Mi mente se fundió en un nudo ciego atado a la cola de un arcoíris, cuando vi correr el agua. Cuando te vi saltando de un lugar a otro, como agua cristalina que se desparrama para encontrar su cauce. Algunos la veían como un sólido manantial que da vida; para otros, era parte de su misma existencia; la minería de metales afectaba su respiración, en forma irreparable. Por ello, pensaban que dicha actividad debería ser prohibida por el Estado. Y finalmente, para una minoría, élite de las tinieblas, representaba un simple objeto para poder lucrar y hacer con el agua, lo que se les diera la gana: robar ríos, abrir pozos privados, vender el agua, en fin, lucrar sin escrúpulos con ese líquido vital.
Recientemente, el Gobierno de Giammattei, en lugar de crear una política sobre el agua y fundamentarla en una ley, como lo manda la Constitución, creó inconstitucionalmente un Viceministerio del Agua, medida que permitirá darle más privilegios a la élite, a los poderosos, a quienes siguen gobernando Guatemala como si fuera su finca. Quitándole derechos a los Pueblos Indígenas sin importar los límites que impone el bien común y dándole privilegios a la élite minoritaria que espera el regalo muy pacientemente.
La Corte de Constitucionalidad emitió una sentencia que también quitó derechos a los Pueblos Indígenas y otorgó privilegios a la oligarquía y a las minorías. En lugar de impulsar el derecho a la consulta comunitaria, lo limitó; intentó quitar el derecho convencional a la consulta de los pueblos afectados por la actividad económica que llevan a cabo en su territorio empresas privadas sin escrúpulos; a las que no les importa la vida de la gente. Sin respetar el contenido de los Derechos de los Pueblos Indígenas reconocidos en el Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo. Se los quitó a los pueblos y le regaló privilegios a la oligarquía, para poder actuar con evidente abuso de derecho, desviar el cauce del río para beneficio propio, satisfacer sus intereses económicos y apropiarse de toda su riqueza.
Después de pasear, regresamos al escenario inicial de mi sueño. Repentinamente, llegaron siete de tus amigos de antaño. Uno de ellos nos dijo que traía dos botellas de vino para celebrar tu cumpleaños. Mientras que los otros reían a carcajadas por un chiste que contó nuestro amigo “el Brujo”, contador de historias y de chistes. Nos reímos por el hecho de ser siete tus amigos. Buen augurio en el día de tu cumpleaños.
Como en los sueños no siempre suceden hechos lógicos, ni concatenados uno con el otro, ni se explica por qué pasan algunas cosas, me despedí, me aparté del grupo y volví a recorrer los mismos caminos del pueblo desierto. Al regresar nuevamente a tu casa, ya no estabas, ni estaban tus amigos. Habían entrado y solo se escuchaban los efectos y ruidos del vino y de la alegría. Desperté. Y más tarde, al volver a los recovecos del sueño, ya no era tu cumpleaños, no estaban ni tú, ni los amigos y solo flotaba en el ambiente un olor fuerte a soledad. Esta vez, el pueblo se mantenía alerta, esperando encontrar el momento más propicio para iniciar la resistencia pacífica y denunciar el saqueo de que estaba siendo objeto.