Ramón Cadena
Los españoles agredieron a los pueblos originarios de la península de Yucatán (1527) y el control sobre la mayor parte de Yucatán se completó en 1546. Sin embargo, les llevó más de cien años (1527 – 1697) para conquistarlos plenamente, ya que los ataques a los Pueblos Mayas en Yucatán finalizaron cuando tomaron Tayasal (1697), en lo que hoy es el territorio de Petén. El Pueblo Maya siempre fue rebelde. Ya sea mediante la resistencia pacífica o mediante la defensa activa de su territorio, el Pueblo Maya ejerció sus acciones siempre con dignidad.
El racismo y la agresión fueron muy violentos y calcaron en sus raíces los efectos de una represión desmedida y cruel. La rebeldía se ha mantenido hasta el día de hoy, ya que ha sido necesaria para seguir la lucha por el respeto de sus derechos. Nombres como los de Hernán Cortés y Pedro de Alvarado evocan la figura de combatientes sanguinarios que, llenos de ambición, querían despojar a los pueblos originarios de sus recursos naturales, ya que éstos los harían ricos.
En las márgenes del río Usumacinta, la Gran Entrada lanzó un grito gigante que nos dio la bienvenida y que se escuchó desde muy lejos. Vimos sobre su piel amable, ceremoniosa y potente, cómo las huellas del tiempo convirtieron una piedra en un lagarto enorme. La Gran Entrada, además de darnos la bienvenida calurosa, siempre ha evocado el diálogo que es tan necesario para concertar la paz. Sin embargo, su historia está marcada por esa rivalidad con Yaxchilán, ya que ambas ciudades trataban de dominar el área del río Usumacinta.
El manto del río, guardando un majestuoso silencio, observó como todo se juntó y se hizo uno. El horizonte con el cielo y éste con la tierra; el agua con las montañas, el verde con el azul y más allá, la selva húmeda con las ranas, con las tortugas, con las serpientes, con el sonido milenario. Los pájaros fundieron su canto y formaron una trompeta dorada. Vimos cómo una amalgama sólida, compuesta de metales raros y habilidosos, interpretó las horas. Poco a poco, las hizo estallar hasta convertirlas en minutos o segundos pasajeros. Luego rodeo el atardecer y convirtió los colores en un negro azul – lejos.
Antes de llegar a la Gran Entrada, don Umercindo nos señaló con tristeza y preocupación los lugares en los que se podrían construir hidroeléctricas en el futuro. Si bien diputados mexicanos le explicaron a un buen amigo que, de parte de su gobierno no existe ningún proyecto activo para construir hidroeléctricas en el Usumacinta, el gobierno de Guatemala ha seguido presumiendo con su plan binacional México-Guatemala y, aparentemente, la construcción sigue latente y las y los dirigentes comunitarios siguen preocupados. Lamentablemente, ésta sí puede llegar a darse. “Sería el fin de Piedras Negras”, me dice don Umercindo, mientras una fuerte lluvia empieza a tejer sobre la chamarra ancha y café del río Usumacinta.
Al ver la Gran Entrada, todas las personas quedamos ancladas al tiempo. Estoy seguro que nuestra memoria no olvidará el paisaje. Pienso que Piedras Negras podría tener más visitantes, si el Ministerio de Cultura y Deportes mostrara más interés en cuidar este sitio arqueológico, con políticas de inversión y protección; si lo mantuviera mejor cuidado y bien preservado.
Su perfil de lagarto adormecido, me hizo ver con más claridad que somos sus herederos y que debemos hacer todo lo posible para mantenerlo en buen estado, conocer su entorno y cumplir con ese principio tan importante de la Ley Marco para Regular la Reducción de la Vulnerabilidad, la Adaptación Obligatoria ante los Efectos del Cambio Climático y la Mitigación de Gases de Efecto Invernadero (Decreto 7-2013 del Congreso de la República), que regula y define en su artículo 6 el Principio Indubio Pro Natura así: Principio de acción en beneficio del ambiente y naturaleza que obliga a que ante la duda que una acción u omisión pueda afectar el ambiente o los recursos naturales, las decisiones que se tomen deben ser en el sentido de protegerlos.
La aplicación y respeto de este tipo de leyes, no debería ser un asunto de izquierdas o derechas. Tanto las unas como las otras, deberían descifrar e interiorizar sus normas y hacerlo con alegría, conscientes de que su aplicación, nos permitirá dejar un legado de vida a nuestros hijos y nietos, para los Pueblos Indígenas y para todo el planeta tierra, a quien hay que rescatar del calentamiento global. La protección del ambiente debería ser un asunto que concierne a todos y todas, tanto a la izquierda, como a la derecha.
Lo mismo sucede con la construcción del sistema eléctrico, ya sea producción de energía por medio de la construcción de hidroeléctricas; ya sea la transmisión del tendido eléctrico o bien la venta de energía eléctrica. Actividades económicas prioritarias, que hoy se encuentran en manos de compañías privadas transnacionales. Si en el siglo XVI los españoles agredieron y atacaron a los Pueblos Mayas para despojarlos de sus recursos naturales y riquezas, en el siglo XXI son las empresas transnacionales, de la mano de las empresas privadas nacionales y de la de las instituciones del Estado, las que saquean los recursos naturales de dichos pueblos.
Digo esto, no por estar en contra del desarrollo, sino todo lo contrario. El desarrollo es necesario e importante, pero tiene que estar en la misma línea que el espíritu de los Pueblos Indígenas y de acuerdo a sus principios; no necesitamos ni queremos un desarrollo que quite a los Pueblos, para dárselo a una minoría que ya tiene suficientes recursos; los necesarios como para morir rodeados de riqueza y bienes considerables. Necesitamos un desarrollo diferente al que actualmente se implementa.
La gran Acrópolis que escalamos esa tarde, no se acobardó en ningún momento. Y nos regaló toda la fortaleza que íbamos a necesitar cuando volviéramos a la capital y nos enfrentáramos con las agresiones permanentes del llamado “Pacto de Corruptos”. La energía vital que absorbimos en nuestra visita a Piedras Negras, fue suficiente para poder enfrentar después ese pacto a favor de la impunidad y corrupción, que tanto daño está haciendo a Guatemala.
Mientras yo pensaba en nuestro retorno, Don Umercindo se refería al Usumacinta con ternura. “Es más fácil navegarlo cuando se va con la corriente, río abajo y no cuando se navega río arriba y la corriente corre en contra. Esto lo aprendimos desde niños y cuando el río nos habló una noche misteriosa, decidimos que era importante navegar con la corriente, aferrados a los latidos del corazón del río. Aprendimos la lección después de varios episodios adversos. Claro que el secreto está en guardar tus principios y tu honestidad, en saberlos querer y preservar”, afirmó con mucha seguridad de estar hablando con la verdad y de llevarla a tuto.
En 1982 se construyó la Hidroeléctrica Chixoy con fondos públicos y préstamos del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y del Banco Mundial (BM). Ésta se construyó contra la corriente del Río Negro. La gente no la quería, ya que no pensaba abandonar sus tierras. Hasta que se vieron obligados por la represión. El Ejército de Guatemala ejecutó la masacre de Río Negro para desplazar forzosamente a dicha comunidad. Y efectivamente, se tuvieron que movilizar y dejar todo atrás, para salvar sus vidas. Hubo muchos muertos y heridos. La Corte Interamericana de Derechos Humanos emitió una sentencia que condenó al Estado de Guatemala, por violar el derecho a la vida y la dignidad de las personas.
Después de buscar justicia ante la Corte Interamericana, las comunidades iniciaron otro proceso diferente para la reparación de los daños causados por la construcción de la Hidroeléctrica Chixoy. Proceso tortuoso porque fue demasiado largo. Después de casi diez años de negociaciones, el Estado por fin aprobó el Plan de reparación de daños y perjuicios sufridos por las comunidades, por la construcción de la Hidroeléctrica Chixoy.
Una vez aprobado, tocaba implementarlo al gobierno del ex – presidente Jimmy Morales. Sin embargo, él siempre mostró un desprecio total por las comunidades de campesinos pobres y vulnerables y no hizo nada para implementar la reparación colectiva. El gobierno de Giammattei no está muy lejos de esta política. Hasta la fecha, después de casi tres años de gobierno, la reparación colectiva sigue incumplida y todo indica que la reglamentación necesaria para llevar a cabo dicha reparación, no se va a aprobar durante su gobierno. El desprecio y racismo hacia los Pueblos indígenas continúa siendo la norma de este gobierno.
Uno de los aspectos del Plan de Reparaciones que más molesta a muchos grupos interesados en el sector eléctrico, es la existencia de una medida de no repetición llamada cambio paradigmático. Según esta medida de no repetición, en el futuro el Estado deberá cumplir con el Derecho a la Consulta y llevar a cabo un cambio paradigmático en la construcción de hidroeléctricas, mediante un modelo de transparencia, desarrollo social y participación activa de las comunidades en todas las etapas relativas a proyectos y megaproyectos hidroeléctricos.
En otras palabras, para que no se vuelva a repetir esta triste historia de violaciones graves a los derechos humanos, nunca jamás se debería construir una hidroeléctrica, cometiendo las mismas violaciones que se cometieron cuando se construyó la Hidroeléctrica Chixoy. Hasta el momento actual, el Estado no ha cumplido con este compromiso y más bien es un punto que las autoridades no quieren entrar a discutir en forma profunda y de buena fe. Veremos si en el futuro este punto se cumple. Esta norma del Plan de Reparaciones ya debería ser invocada en otros casos de construcción de hidroeléctricas.
La incertidumbre rodea tanto a las comunidades vecinas a Piedras Negras, como a las comunidades afectadas por la construcción de la Hidroeléctrica Chixoy. El no tener certeza en lo que respecta a su forma de vida, afecta a la gente considerablemente y afecta muchos otros derechos. En todo caso, mientras el Usumacinta continúa siendo un importante cruce de mercancías, personas, armas y municiones y las comunidades vecinas a Piedras Negras se oponen al objetado plan binacional de construir varias hidroeléctricas con su cauce, las comunidades afectadas por la Construcción de la Hidroeléctrica Chixoy, esperan que funcionarios probos y con el deseo de impulsar el bien común, lleguen al poder.
En ambos casos, la espera es el denominador común. Una espera que se ha hecho demasiado larga y que no ofrece ninguna esperanza a los Pueblos Indígenas, más que obligarlos a seguir en resistencia.