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A mi clínica llegó un paciente con una infección postextracción dental de seis meses de evolución. Venían de San Cristóbal Acasaguastlán, El Progreso. En mis cincuenta años de ejercicio profesional nunca había visto una expresión de dolor tan profunda ni un cuadro clínico tan avanzado. Presentaba miasis: gusanos saliendo por la nariz. Era un caso de hospitalización inmediata. Mi amigo, el Dr. Román Carlos, solía decir que estas eran “enfermedades de la miseria”, casi inexistentes en los países desarrollados.

Su esposa nos relató el peregrinaje por varios hospitales del oriente del país. En todos fue atendido, pero en ninguno ingresado. Un recorrido desgastante, sin que nadie asumiera realmente el control del caso.

Coordiné su traslado al Hospital Roosevelt, porque nuestra clínica no tenía la capacidad para manejar una infección tan avanzada. Colegas amigos estaban listos para recibirlo. Sin embargo, al día siguiente, al llamar para averiguar por él, su familia me informó que habían cruzado la frontera hacia El Salvador. “Doctor, en El Salvador sí lo pueden salvar —me dijeron—. El hospital de Bukele es magnífico”.

Cuando un paciente en riesgo vital abandona Guatemala para buscar atención, el problema deja de ser médico: es estructural y moral. La población ha perdido confianza en el sistema de salud. No se trata únicamente de falta de recursos; es la sensación de abandono, la ausencia de responsabilidad institucional, un sistema saturado, sin protocolos claros ni liderazgo efectivo. La labor del ministro Joaquín Barnoya ha sido encomiable, pero desafortunadamente los mandos medios le tienen las manos amarradas y la voluntad de servicio parece haberse desvanecido.

Esta misma fractura se repite en quienes deben buscar justicia fuera del país, obligando al Estado a pagar indemnizaciones porque su propio sistema judicial no les garantizó lo más elemental: un proceso justo.

Mientras los guatemaltecos sigan huyendo para salvarse —sea por salud, trabajo o justicia— la verdadera pregunta no es cuán grave es la crisis institucional, sino a quién estamos dejando atrás.

Un país sin confianza en sus instituciones no solo está enfermo: está en riesgo de perder su futuro.

Ahora ya no hay necesidad de que muera en batalla Justo Rufino Barrios, ya Bukele ganó la Batalla de Chalchuapa.

Dr. Rafael Mejicano Díaz

Dr. Rafael Mejicano Díaz, Especialista en Prótesis Oral, MSc, Ph.Hc. y Ph.O.C., referente de la odontología guatemalteca. Con amplia trayectoria docente, gremial y clínica, ha impulsado innovación, ética y servicio social. Su legado integra ciencia, liderazgo institucional, pensamiento crítico y compromiso humanista.

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