El editorial de La Hora, titulado “Llegó el momento decisivo”, marca un punto de inflexión en la historia reciente de Guatemala. No es solo un llamado a la ciudadanía: es la voz de un país que despierta ante la ofensiva que pretende someter la democracia. En medio de esta tormenta, la figura de Jose Rubén Zamora se alza como un símbolo de la dignidad perdida y la valentía moral que aún resiste.
Zamora fue encarcelado por hacer lo que pocos se atrevieron: decir la verdad. Su sacrificio es la raíz ética de este momento decisivo. Representa a todos los guatemaltecos que no claudican frente al miedo, que creen en un país posible, donde la justicia no sea privilegio de unos pocos. Su voz, acallada por la injusticia, sigue resonando en cada línea editorial que se atreve a desafiar al poder corrupto.
Mientras el presidente Arévalo convoca a la unidad nacional frente a las mafias, recordemos que sin libertad de prensa no hay democracia. La lucha de Zamora no ha terminado; se ha transformado en conciencia colectiva. Defender su causa es defender la verdad, la justicia y la dignidad de un pueblo que se niega a ser esclavo de la mentira.
Guatemala atraviesa su prueba moral más dura. Las instituciones están puestas a prueba, y el ciudadano común debe definirse: o se acomoda al silencio o se levanta en nombre de la decencia. Jose Rubén Zamora no está solo: su nombre vive en cada periodista honesto, en cada ciudadano que no se rinde, y en cada mirada que aún cree en el país.
En un país sitiado por el miedo, su ejemplo es faro y advertencia: los héroes verdaderos no buscan gloria, buscan justicia.







