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La libertad, según la definición clásica, es la facultad natural que posee el ser humano para obrar de una manera u otra, o incluso abstenerse de obrar, asumiendo siempre la responsabilidad de sus actos. En esencia, constituye un pilar de la vida individual, familiar y comunitaria, pues permite ser creativo, proponer soluciones, alcanzar metas y cumplir el propósito de vida. Ser libre es hacer lo que se desea, en el momento y de la manera en que se desea, siempre que ello no cause daño a los demás.

En nuestra historia nacional, el acto de independencia se celebra como la máxima expresión de libertad. Sin embargo, en la práctica representó tan solo la continuidad de un modelo en el que unos pocos vivían a costa de los impuestos de un pueblo empobrecido, carente de educación, unidad y oportunidades reales de progreso.

La libertad auténtica no se limita a un acto político o histórico: implica liberarse de las carencias y problemas que golpean a la sociedad. No hay libertad si los niños sufren desnutrición, si las familias sobreviven con ingresos miserables, si más del 40% de la población permanece analfabeta. Tampoco la hay cuando miles consumen agua de mala calidad, cuando enfermedades prevenibles afectan a la mayoría o cuando la violencia, el chantaje y la extorsión se vuelven parte del día a día.

La libertad es, en su sentido más amplio, justicia social. Significa transformar condiciones de vida adversas en oportunidades, crear igualdad, garantizar derechos básicos y fomentar la convivencia pacífica. La verdadera libertad se materializa cuando existe la posibilidad real de elegir y cambiar autoridades, cuando la ciudadanía puede actuar sin miedo ni coacción.

No obstante, este ideal se desvanece si no se adquiere la capacidad de prevenir y resolver los problemas sociales, responsabilidad que recae en cada ciudadano, ya sea por acción o por omisión. Y, de manera más grave, la libertad se vuelve un anhelo inalcanzable cuando se tolera que una clase política se perpetúe en el poder, enriqueciéndose impunemente a costa de los recursos públicos y de las necesidades colectivas. Esa tolerancia, consciente o inconsciente, es la verdadera prisión que impide alcanzar la libertad plena.

Dr. Rafael Mejicano Díaz

Cirujano Dentista. Ms. Dr.h.c., Universitario Distinguido por la Universidad de San Carlos, Decano de Ciencias de la Salud Universidad San Pablo de Guatemala, Profesor Universitario, Consultor en temas de mejoramiento de la atención odontológica y tecnología dental, Investigador CONCYT y CONAHCYT, fundador y desarrollador de Multimédica Vista Hermosa, Empresario comprometido con el desarrollo de las personas, de la familia y la patria. Ha participado como consultor en diferentes países para el mejoramiento de la tecnología dental avanzada.

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