Hace más de veinte años, el Club Rotario de la Ciudad de Guatemala promovió un componente innovador dentro de su proyecto de desarrollo en la cuenca del lago de Atitlán: la correcta disposición de desechos sólidos. Esta problemática es grave en la zona debido a la geografía y a la acumulación de residuos plásticos y químicos que terminan en el lago.
Inicialmente, los desechos eran principalmente orgánicos, pero con el aumento del uso del plástico, la contaminación se intensificó. Para abordar esta crisis, el Club Rotario buscó apoyo internacional y encontró respaldo en un Club Rotario de Austria, gestionado por Fritz Baaz, reconociendo el proyecto que el problema no se soluciona solo con leyes, sino con un cambio de hábitos, se implementó una estrategia innovadora basada en la organización comunitaria y la educación ambiental.
Se crearon centros de acopio con balanzas y costales para recolectar plásticos, ofreciendo incentivos económicos a quienes participaban. Paralelamente, se habilitó una bodega con maquinaria para triturar y compactar el plástico, que luego era vendido a recicladoras. Los ingresos generados financiaban el proyecto, haciéndolo autosostenible.
Además, se promovió la producción de compost con desechos orgánicos. Este modelo piloto, implementado en San Lucas Tolimán, buscaba ser replicado en otras comunidades. Sin embargo, con el cambio de autoridades municipales, el proyecto fue debilitado y desmantelado.
La experiencia dejó una lección clave: el éxito de la gestión de residuos depende de un proceso local autosostenible con la participación activa de la comunidad.