Autor: Luis Carlos Chávez Morales
X: @mluiscarlosgt
TikTok: @mluiscarlosgt
Instagram: @mluiscarlosgt
Facebook: @mluiscarlosgt
Email: moralessluis70@gmail.com
Editorial: youngfortransparency@gmail.com
Sobre el Autor: Estudiante de Derecho en Guatemala, comprometido con la transparencia y la participación ciudadana. Apasionado por la inclusión de la juventud en espacios políticos y sociales. Ha colaborado en proyectos que impulsan el empoderamiento juvenil, la auditoría social y la defensa del Estado de derecho.
Sobre el Autor: Estudiante de Derecho en Guatemala, comprometido con la transparencia y la participación ciudadana. Apasionado por la inclusión de la juventud en espacios políticos y sociales. Ha colaborado en proyectos que impulsan el empoderamiento juvenil, la auditoría social y la defensa del Estado de derecho.
¿Alguna vez has pensado que la política no te afecta? Muchos jóvenes creen que es un juego sucio entre adultos, un espacio donde nada cambia y todo está perdido. Pero cada decisión política, desde el precio del transporte hasta la calidad de la educación, impacta directamente en nuestra vida diaria. Ignorar la política no nos hace libres de sus consecuencias; nos hace vulnerables.
Hoy la juventud enfrenta heridas profundas: falta de oportunidades laborales, universidades costosas, servicios de salud deficientes, inseguridad en las calles… ¿Quién define las políticas que podrían cambiar esto? El gobierno; y si no estamos ahí para exigir transparencia y rendición de cuentas, otros decidirán por nosotros.
Nuestra inacción es el silencio que alimenta la corrupción. Cuando no participamos, dejamos que los mismos actores perpetúen prácticas que nos condenan a la desigualdad. ¿Por qué seguimos creyendo que “no sirve de nada”? Porque nos han enseñado a desconfiar, pero también porque hemos renunciado a nuestra voz. Esa renuncia es el mayor error.
La política no se reduce a las elecciones; involucra presupuesto, leyes, políticas, y programas sociales. Es el futuro que soñamos o el presente que nos frustra. Si queremos empleo digno, educación accesible, y justicia real, debemos estar dentro: opinando, fiscalizando, proponiendo. No se trata de militar en partidos, sino de ejercer ciudadanía activa, de convertir la transparencia en norma y no en excepción.
Miremos fuera de nuestras fronteras: en Chile, miles de jóvenes impulsaron el debate constitucional; en Colombia, las marchas estudiantiles lograron reformas educativas; en España, el movimiento 15M marcó un antes y un después en la participación ciudadana. Estas revoluciones juveniles nacieron del hartazgo ante gobiernos que ignoraban sus demandas. ¿Por qué no podemos hacerlo aquí? ¿Por qué seguimos callando mientras otros deciden nuestro destino?
Cada joven que decide involucrarse en la situación política del país rompe el círculo de apatía. Somos la generación que puede transformar la indignación en acción. No esperemos a que otros lo hagan. La política influye en nuestras vidas, queramos o no. La pregunta es: ¿seguiremos siendo espectadores o nos atreveremos a ser protagonistas?







