Autor: Gabriela Sosa Díaz
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La belleza no garantiza la supervivencia; la guacamaya roja, cuyo nombre científico es Ara macao cyanoptera, es una joya del norte de Guatemala que podría desaparecer de nuestros cielos si no actuamos con decisión. Hoy apenas quedan alrededor de 300 ejemplares silvestres en el país, cifra que estremece. 

Esta ave, símbolo de nuestra riqueza natural, enfrenta dos enemigos: el comercio ilegal y la destrucción de su hábitat. Cada guacamaya que desaparece representa no solo una pérdida biológica, sino un golpe a nuestra identidad cultural, turística y ambiental. La selva pierde sentido sin sus colores y cantos, y nosotros perdemos con ella.

El Parque Nacional Laguna del Tigre y la Reserva de la Biosfera Maya, aún resguardan a estas aves; son los últimos santuarios de una especie que lucha por sobrevivir. Además, iniciativas lideradas por el Consejo Nacional de Áreas Protegidas (Conap), junto con organizaciones como WCS, ARCAS y Defensores de la Naturaleza, han logrado resultados concretos: la liberación de ejemplares rehabilitados, la creación de nidos artificiales, el monitoreo constante y el rescate de pichones en riesgo.

No se trata de romanticismo ambiental, se trata de estrategia, ciencia y compromiso. El programa de liberación, por ejemplo, funciona con precisión: los pichones nacen bajo cuidado humano, se preparan en jaulas de vuelo y regresan a la selva cuando están listos. Este esfuerzo técnico ya permitió reforzar las poblaciones en Sierra del Lacandón y otras zonas clave de la reserva.

El sector empresarial también debe tomar nota. El ecoturismo, el prestigio internacional y la reputación ambiental del país, dependen de acciones como esta. Apostar por conservar la Guacamaya Roja es también una apuesta por el desarrollo sostenible, el empleo rural y la diferenciación de la marca país. Las especies emblemáticas tienen valor económico cuando se gestionan con visión.

Pero ninguna estrategia funciona si persiste la demanda. El tráfico ilegal de fauna silvestre sigue en pie porque hay quienes compran, y mientras eso ocurra los esfuerzos de conservación avanzarán contra corriente. No hay justificación para comprar, poseer o regalar una guacamaya. Son patrimonio nacional, y extraerlas es robarle vida al país. Guatemala aún está a tiempo de escribir una historia distinta para la Guacamaya Roja, pero no queda mucho margen. Esta no es solo una lucha ambiental, es una decisión de país.

El Conap lo deja claro: denunciar el tráfico ilegal es un deber ciudadano. Este delito se puede reportar al Ministerio Público (5990-0014), a la Diprona (4503-2107 / 3032-5596) o al número 1547 del Conap. También existe un formulario en línea. 

Jóvenes por la Transparencia

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