Autor: Gabriela Sosa Díaz
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En un entorno empresarial cada vez más condicionado por la sostenibilidad, la salud pública y la seguridad energética, Guatemala enfrenta una decisión clave: ¿seguiremos apostando al modelo tradicional de consumo de gasolina, o aprovecharemos la oportunidad de transformar nuestra matriz energética con el uso de etanol?

La Universidad del Valle de Guatemala (UVG), la Embajada de Brasil y la Asociación de Combustibles Renovables (ACR) realizaron un foro en el que se puso sobre la mesa una propuesta concreta: incorporar etanol en la gasolina como parte de una estrategia nacional de competitividad, salud y resiliencia energética. El mensaje del Dr. Plinio Nastari, una de las voces más influyentes en bioenergía a nivel global, fue claro: “el etanol no solo es viable en Guatemala, es urgente”.

Guatemala gasta más de 2 mil millones de dólares anuales en la importación de gasolina, sometida a la volatilidad de los precios internacionales y a tensiones geopolíticas que se escapan de nuestro control. ¿Por qué no reducir esa dependencia incorporando un componente renovable, producido localmente y con beneficios comprobados?

Implementar una mezcla E10 (10 % de etanol) no solo es seguro para los motores, como ya se ha demostrado en planes piloto en el país, además genera ahorros operativos, mejora el rendimiento y permite a los distribuidores utilizar gasolinas base de menor octanaje, reduciendo costos. El potencial de impacto en las cadenas de valor es significativo, sobre todo para el sector agrícola, que podría dinamizarse con la producción de bioetanol, generando empleo en zonas rurales, inversión y valor agregado local.

En otras palabras, el etanol es una herramienta de desarrollo económico. Pero los beneficios van más allá del ahorro; el etanol sustituye aditivos tóxicos utilizados en la gasolina, mejorando la calidad del aire y reduciendo enfermedades respiratorias. Prueba de ello es el caso de São Paulo, donde su uso ayudó a reducir significativamente la contaminación.

Desde una perspectiva empresarial, este aspecto también es relevante. Las empresas que operan en ambientes urbanos contaminados enfrentan mayores riesgos: empleados menos saludables, costos médicos más altos, menor productividad y una imagen corporativa alejada de los principios de responsabilidad social. Integrar la sostenibilidad a las operaciones, incluido el tipo de energía que consumimos o respaldamos, es hoy una necesidad de reputación, cumplimiento normativo y posicionamiento ante consumidores conscientes.

En nuestro país ya se ha probado esta tecnología. Los planes piloto de 2015 y 2020, liderados por la Universidad del Valle de Guatemala (UVG) en alianza con instituciones públicas y multilaterales, demostraron que los motores funcionan correctamente con etanol, e incluso mostraron mejoras en su eficiencia; por otro lado hubo reducciones de hasta el 90 % en emisiones de monóxido de carbono. No estamos hablando de teorías, estamos hablando de evidencia generada aquí, en nuestras condiciones, con nuestro parque vehicular.

Hoy, Guatemala tiene la posibilidad de liderar en Centroamérica un modelo energético más limpio, eficiente y resiliente. Pero no lo hará sin el compromiso activo del sector privado; las cámaras empresariales, las distribuidoras de combustible, los productores agrícolas y la industria automotriz tienen un papel clave para impulsar una transición energética que ya ha probado su eficacia en más de 60 países.

Jóvenes por la Transparencia

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