El disfraz de la diversidad: la indumentaria maya y el nacionalismo vacío

Autor: Dylan Velásquez
Instagram: @kaj_xarxoj
Editorial: youngfortransparency@gmail.com


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En una sociedad caracterizada por su diversidad lingüística y étnica, los discursos nacionales han intentado definir elementos simbólicos que representen a todos los grupos. El guatemaltequismo se presenta como una ideología de identidad nacional que busca unir a la población bajo símbolos comunes: la bandera, el himno y la idea de una “Guatemala diversa y unida”.

Sin embargo, este concepto muchas veces ha sido construido desde una visión centralista y ladina, en la que “lo indígena” se usa como un elemento decorativo o folclórico dentro de un discurso nacional, sin darle protagonismo real a los pueblos originarios.

Este fenómeno convierte el arte de los tejidos en disfraces de diversidad, mientras las comunidades que los crean siguen enfrentando pobreza, exclusión y falta de reconocimiento jurídico sobre su propiedad intelectual.

En ese sentido, el uso de la indumentaria maya como símbolo nacional sin contexto ni reconocimiento de su origen, ni de las condiciones sociales de quienes la elaboran, se convierte en una manifestación del guatemaltequismo superficial; usar la indumentaria maya con respeto requiere comprender su significado. Se celebra “lo maya” como una imagen estética del país, pero no se promueve la inclusión política, económica y cultural de los pueblos indígenas en la construcción del Estado. 

Lo cultural debe ir más allá del símbolo: debe ser una plataforma de justicia y cooperación que reconozca el valor económico y espiritual de los tejidos, que valore los conocimientos ancestrales indígenas y que sensibilice sobre la importancia de respetar los derechos colectivos de los pueblos originarios garantizando su participación plena en la construcción de un país verdaderamente intercultural.

El guatemaltequismo ha intentado unificar identidades diversas bajo una estética común, pero desde una visión centralista y excluyente. Este fenómeno demuestra cómo la cultura puede ser utilizada como una herramienta de poder: mientras el Estado se apropia de los símbolos mayas para construir una idea de “unidad”, las comunidades que los crean continúan luchando por reconocimiento, justicia y participación igualitaria.

Reconocer la autoría, el valor espiritual y la voz de las tejedoras mayas no solo dignifica la cultura, también abre el camino hacia una Guatemala más justa, donde la diversidad deje de ser discurso y se convierta en una realidad.

Adoptar la indumentaria maya desde una perspectiva ladina resulta problemático porque repite el patrón histórico de apropiación y silenciamiento. El traje, convertido en emblema nacional, deja de pertenecer a las mujeres que lo tejen y pasa a ser propiedad simbólica de quienes lo exhiben. Desde la mirada ladina, se exalta lo maya como símbolo de color y exotismo, pero se omite su profundidad espiritual, su carga política y su valor como lenguaje de resistencia. Este uso reproduce un nacionalismo de fachada, donde se celebra la imagen del indígena sin reconocer su palabra, su historia ni su derecho a representar su propia cultura.

Jóvenes por la Transparencia

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