Autor: Gabriel David
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Sobre el Autor:
Estudiante con pénsum cerrado en Ciencia Política, comprometido con el análisis crítico de la realidad guatemalteca y los procesos democráticos en América Latina. Su formación le ha permitido desarrollar una mirada aguda sobre la coyuntura nacional e internacional, con especial interés en temas de justicia social, participación ciudadana y transformación institucional.


 

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Actualmente, el país atraviesa una serie de situaciones que sin duda, afectan directamente al entramado institucional del Estado: las confrontaciones entre el Ministerio Público y el gobierno central, la llegada del segundo mandato presidencial de Donald Trump en Estados Unidos, la suspensión de una de las agencias de cooperación más grandes a nivel mundial (USAID) y la crisis migratoria; a esto se suman los escenarios que han contribuido a disminuir los niveles de aprobación y legitimidad del gobierno, y que desembocaron en el desinterés y reticencia a la participación política de los guatemaltecos. Y ni hablar de la crisis del sistema penitenciario, punto de quiebre para la confianza en las autoridades actuales y el resurgimiento de figuras políticas en la palestra política. 

Conocer este contexto es importante para comprender el establecimiento del populismo, concepto que cuenta con diferentes formas de abordaje. Mientras algunos académicos definen este término como una forma de gobierno, autores como Ernesto Laclau y María Esperanza Casullo, lo describen como una estrategia política discursiva. 

Existen elementos populistas comunes dentro de un discurso político, como la visión polarizadora entre “el pueblo” y “las élites” (políticas o económicas), el “ellos” vs nosotros. Otros elementos se vuelven un poco más complejos de identificar, pero están ahí, como los discursos cargados de emocionalidad para crear cercanía entre el pueblo y el electorado, que portan una visión maniqueísta, es decir un apego a la lucha del bien contra el mal que impone una moral sesgada e influenciada por el criterio de quien escribe o pronuncia el discurso. 

Las crisis sociopolíticas y de seguridad, son el abono que fertiliza el terreno para el surgimiento de figuras populistas que envuelven a la población con estrategias discursivas, que tienen por objeto consolidar legitimidad, obtener aprobación y en su momento, ganar votos. Sin duda, es algo que no se aleja de la realidad, que se apega a un futuro posible si no se actúa con rapidez. La fragilidad institucional y la crisis de representación, son el alimento de los candidatos y figuras que están por venir en estas próximas elecciones y que empiezan a manifestarse en redes sociales. 

La búsqueda de soluciones para contener el ascenso de los movimientos populistas resulta compleja; no obstante, existen buenas prácticas democráticas que pueden ralentizar o incluso frenar su avance; por ejemplo, el fomento de una participación ciudadana amplia e inclusiva que incorpore tanto a las juventudes como a los sectores tradicionalmente más apáticos o distantes de la vida política. Además, el auge de las herramientas digitales y de la inteligencia artificial abre nuevas posibilidades para contrarrestar este fenómeno, siempre que se utilicen con criterios éticos y orientados al fortalecimiento de la deliberación pública. Solo mediante estrategias integrales de este tipo es posible enfrentar los riesgos del populismo, pues los liderazgos que recurren a tales tácticas tienden a distorsionar el debate público y a caer en la demagogia, lo que constituye un golpe para la institucionalidad democrática y la confianza ciudadana.

Jóvenes por la Transparencia

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