Autor: Lisa Marie Villela
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Editorial: youngfortransparency@gmail.com


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La Ciudad de Guatemala se ha convertido en el epítome del caos cotidiano. Para cualquier persona que transite en ella, trasladarse significa someterse a un sistema vial donde parece que no existen reglas y donde cada persona vela por su propio bienestar. Transitar en la ciudad es enfrentarse a interminables horas de tráfico, conductores tensos y agresivos, motocicletas que serpentean entre los carros sin casco y sin precaución. El desorden se vive en cada esquina: intersecciones bloqueadas que impiden avanzar, semáforos ignorados, banquetas invadidas por motos y vehículos estacionados en cualquier lugar. La Ciudad de Guatemala opera bajo la anarquía vial: sálvese quien pueda.

El problema no es solo de percepción; el departamento de Guatemala concentra el 42.8% del parque vehicular del país, alrededor de 2,250,000 vehículos, motocicletas y todo tipo de transportes. Un guatemalteco promedio en la ciudad pasa alrededor de 4 horas diarias en el tráfico. ¿Qué clase de vida es esta? Lamentablemente, los capitalinos están acostumbrados a salir de madrugada, regresar de noche y perder horas en el tráfico.

Al desgaste cotidiano, se suma la tragedia del caos vial. Solamente el municipio de Guatemala registró 1,781 accidentes de tránsito en el 2023, con 2,685 vehículos involucrados. El accidente del 10 de febrero de 2025, en el que un autobús extraurbano cayó en la zona del Puente Belice y dejó más de 50 personas fallecidas, es un recordatorio brutal de las condiciones precarias del transporte colectivo en Guatemala: el autobús tenía 30 años en circulación, y el piloto no contaba con la licencia adecuada. Después de una ola de indignación, las autoridades anunciaron la obligatoriedad del seguro contra terceros, solamente para desistir a los pocos días, y como si fuera poco el gobierno recientemente eliminó la restricción que impedía a los buses con más de 25 años circular, legalizando de facto que vehículos obsoletos y peligrosos sigan prestando servicio.

El problema del tráfico es estructural y multifacético. No existe educación vial que forme ciudadanos responsables, lo que alimenta la falta de respeto y la cultura de anarquía. No hay un sistema de transporte público digno que reduzca la dependencia a los carros y motocicletas. Las opciones de transporte colectivo son tan insuficientes que miles de personas se ven obligadas a recurrir al transporte informal, taxis piratas que cobran lo que se les antoja, operan sin ningún tipo de regulación y son inseguros. También existe la “opción” de caminar, pero quienes la eligen se enfrentan a banquetas en mal estado, a la inseguridad constante y a la imprudencia de vehículos y motocicletas que no respetan la prioridad del peatón.

Guatemala es una ciudad hostil. Todos estamos en el mismo océano de vehículos, colas interminables y desesperación. Más allá de describir el caos y señalar el problema, busco hacer un llamado a despertar y actuar. Como ciudadanos, nos debemos la cortesía en la calle, la paciencia y el respeto por los demás. Todos estamos en el mismo barco, y ser conscientes y más corteses puede marcar la diferencia.

El llamado sobre todo, es para nuestros gobernantes, quienes se llenaron la boca de promesas durante la campaña electoral. El problema no se resolverá con más pasos a desnivel, policías o semáforos inteligentes. Los guatemaltecos necesitamos y merecemos un transporte público moderno, seguro, accesible y frecuente, que llegue a todas las zonas de la ciudad y esté diseñado para atender las necesidades de la población. La Ciudad de Guatemala no puede seguir siendo la Ciudad del Caos, espero que algún día sea una ciudad de movilidad digna, de respeto y de libertad.

 

Jóvenes por la Transparencia

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