Por: Jennifer Paniagua
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Melissa Palacios era una joven de tan solo veintiún años, universitaria y originaria de Zacapa. Fue reportada como desaparecida el 4 de julio de 2021. Como consecuencia de su ausencia, se activó la Alerta Isabel-Claudina con la esperanza de encontrarla con vida; sin embargo, la tragedia no tardó en salir a la luz.
En una conferencia de prensa, que podría calificarse como desgarradora, los Bomberos Municipales afirmaron que Melissa no contaba con signos vitales al momento de presentarse al lugar de los hechos, y que posiblemente había sido brutalmente lapidada. Esta información fue ratificada por el Instituto Nacional de Ciencias Forenses (Inacif), que estableció como causa de muerte los múltiples golpes en la cabeza.
María Fernanda Bonilla Archila, también originaria de Zacapa y una de las amigas cercanas a Melissa, es la principal sospechosa del crimen. Al inicio del proceso penal en su contra, fue ligada a proceso por asesinato; sin embargo, el caso dio un giro inesperado cuando fue beneficiada con la modificación de la tipificación del delito a homicidio en estado de emoción violenta.
Fernanda, quien inicialmente se creía sería tratada como cualquier otra persona procesada, demostró que en un país manchado y marcado por la impunidad y la corrupción —incluso dentro del sistema penitenciario— se puede gozar de libertades que rayan en lo absurdo, aun en un proceso penal abierto donde el bien jurídico tutelado es la vida.
Ni el vehículo con el que realiza carreras dentro del penal, ni el teléfono celular fueron suficientes para evidenciar el privilegio con el que cuenta. Fue el descaro y cinismo de transmitir en vivo desde su celda a través de redes sociales, presumiendo una vida de comodidad, lo que encendió la indignación. Incluso se atrevió a reírse de la víctima del hecho delictivo del que se le acusa y del sistema de justicia que la ha acogido como una privilegiada más.
El caso es estremecedor y retuerce el alma de cualquiera que se adentre en él. En redes sociales se han filtrado videos y audios que, según el Ministerio Público, forman parte del expediente judicial. En ellos se pueden escuchar los últimos segundos de vida de Melissa. Se oye su voz, suplicando, luchando y rogándole por su vida a Fernanda.
Melissa no solo fue asesinada; le arrebataron la posibilidad de obtener justicia en los tribunales, le impidieron hablar a través de las pruebas y crearon un espectáculo que, de manera escandalosa, gira en torno a su victimaria. A la madre de Melissa no solo le arrebataron a su hija; le arrebataron la paz, le quitaron el miedo y le arrancaron el motor que le daba sentido a su vida entera. Mientras que a Fernanda, le han entregado privilegios, voz y espacios seguros de corrupción e impunidad.
Desde este espacio hago un llamado a la manifestación del cuatro de mayo, a las siete y treinta de la mañana, para exigir justicia por Melissa Palacios y para que este caso no quede impune como muchos otros. Es momento de levantarnos y ponerle, una vez más, un alto a los privilegios en el sistema de justicia.
Melissa no murió solo una vez. Morirá cada día que la justicia calle y su asesina quede impune.