Autora: Cynthia Mileydi Cholotío Hernández
Instagram: @Mileydi_cholotio
TikTok: @Cynthia.cholotio
Facebook: Cynthia Mileydi

 

En un país donde las mujeres son más de la mitad de la población, ¿por qué su representación política sigue siendo tan limitada? Este desafío no solo refleja una desigualdad histórica, sino también una oportunidad para transformar nuestra sociedad, hemos avanzado en el reconocimiento de los derechos de las mujeres, pero aún queda un largo camino por recorrer para lograr una verdadera equidad, necesitamos reflexionar sobre la importancia de incluir a las mujeres en espacios de poder para ser testigos de cómo su liderazgo puede transformar nuestra sociedad.

Con el paso de los años, la participación política de las mujeres en Guatemala ha experimentado avances y retrocesos. En un país donde la política históricamente ha estado dominada por hombres, la inclusión de las mujeres en espacios de poder aún es tema de debate. Algunos consideran que se han logrado avances, otros cuestionan si estos realmente reflejan un cambio significativo en el panorama político nacional.

Desde una perspectiva clásica, asociamos la participación política con el ejercicio de derechos y toma de decisiones en diversos niveles del gobierno. El empoderamiento político ha sido clave para entender cómo las mujeres han comenzado a acceder a esferas que antes les eran cerradas. Pero, ¿realmente estamos viendo una inclusión real o simplemente una representación simbólica que no modifica las estructuras de poder?

La política guatemalteca, como en muchas otras naciones de América Latina, ha sido moldeada por una cultura patriarcal que relegó a las mujeres a un segundo plano en todos los ámbitos, especialmente en el político. A pesar de los avances en términos de legislación y los logros de algunas mujeres que ocupan puestos relevantes, seguimos siendo una minoría en las decisiones clave del país.

Desde mi punto de vista, la representación de las mujeres en la política guatemalteca sigue siendo insuficiente. Es cierto que, en los últimos años, hemos visto un aumento en el número de mujeres que se postulan a cargos públicos, pero las estadísticas siguen reflejando una desigualdad profunda en cuanto a la cantidad de mujeres en cargos de decisión y liderazgo. Esto no solo responde a una cuestión de número, sino también a los prejuicios y estereotipos que aún persisten en la sociedad.

El empoderamiento político de las mujeres, otro aspecto en el que veo mucho por hacer. Aunque algunas logran acceder a espacios políticos, las estructuras existentes no siempre facilitan su desempeño. La falta de apoyo institucional, las redes de poder tradicionales y el machismo subyacente dificultan que las mujeres puedan ejercer un verdadero poder dentro del sistema político. Además, muchas veces las mujeres se ven forzadas a adoptar los mismos comportamientos y estrategias de sus contrapartes masculinos, lo que no necesariamente contribuye a la creación de políticas que respondan a las necesidades de las mujeres.

Analizando la participación femenina, es inevitable pensar en las barreras sociales y económicas que muchas enfrentan. Pobreza, violencia estructural, reforzamiento de roles de género y falta de acceso a educación de calidad, son los factores que limitan la capacidad de muchas mujeres para ingresar al mundo de la política. El Estado debe jugar un papel fundamental en la creación de condiciones que faciliten el acceso y la permanencia de las mujeres en la política.

A pesar de los retos, veo que el feminismo juega un papel crucial en visibilizar estas desigualdades, impulsando una mayor participación. Pero los esfuerzos de los movimientos feministas aún deben traducirse en reformas políticas y en un cambio cultural profundo. La participación femenina no debe verse como un logro aislado, sino como parte de un proceso transformador que busca modificar las estructuras de poder existentes.

 

Jóvenes por la Transparencia

post author
Artículo anteriorEl rostro en el Cristo Negro de Taxisco
Artículo siguienteTenemos que cambiar de actitud y apostarle a la tolerancia