Autor: Luis Pablo San José Gómez
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Biografía: Luis Pablo San José, economista, director de Investigación en el Consejo Nacional Empresarial. He realizado estudios orientados a integración regional, remesas, mercado interno y presupuesto. Considero que el verdadero desarrollo económico de Guatemala es posible cuando se sale de discursos ideológicos y se trabaja incluyendo a todos los sectores.
El 2025 avanza con un primer mes convulso lleno de incertidumbres y reacciones en el terreno internacional. El Fondo Monetario Internacional (FMI) en su informe Perspectivas de la economía mundial para 2025 indica que el crecimiento económico global será del 3,3% en 2025 y 2026, por debajo del promedio histórico del 3,7% (2000–2019). Este pronóstico se mantiene estable gracias a la mejora en la actividad económica de Estados Unidos, que compensa caídas en otras economías importantes, las cuales se ven afectadas por conflictos, disturbios y fenómenos climáticos extremos. Sin embargo, el auge de la demanda de semiconductores ha impulsado el crecimiento en Asia emergente.
Esto podría presentar vientos favorables para el resto de los países, sin embargo, la región de Latinoamérica tiene perspectivas muy por debajo de las globales proyectando 2.5% para el año 2025. Esto puede estar muy relacionado a un factor que el FMI destaca dentro de su informe y es el tema de la conflictividad social. El fenómeno del malestar social ha aumentado en algunas regiones, aunque a nivel global se mantiene por debajo del auge de 2019-2020. Su resurgimiento está cerca, algunos de los factores que lo empujan pueden ser la inflación, mayores impuestos, conflictos internos y la creciente desigualdad. Esto podría frenar el crecimiento económico, especialmente en países con poca capacidad de respuesta. Además, de dificultar la aprobación e implementación de reformas necesarias, que requieran del consenso social para su éxito.
Guatemala no está exento de estas condiciones, si bien, los indicadores macroeconómicos puedan sugerir estabilidad, la realidad es que seguimos atrapados en los mismos problemas de siempre: crecimiento económico deficiente, mercado laboral precario y un modelo económico que beneficia a pocos. Para el año 2024 se tuvo un crecimiento de 3.7%. Este dato mantiene la estabilidad que se ha tenido en los últimos años impulsados principalmente por el crecimiento del comercio, construcción, agroindustria y los servicios. Todo esto impulsado por el tema del consumo interno el cual se alimenta en gran medida por las remesas familiares que para el año 2024 cerraron en U$21,510.2 millones.
Esta última cifra nos indica que las remesas resultan un motor clave, representando cerca del 20% del Producto Interno Bruto (PIB) de Guatemala. Si bien, esto podría aliviar momentáneamente cualquier presión en la actividad económica, esta dependencia no es sostenible. Estamos enfrascados en un círculo de poca inversión productiva, las remesas simplemente impulsan el consumo, ya que la falta de empleo formal y bien remunerado sigue siendo un problema estructural. La informalidad es otro pesar que agregamos a este complicado entorno, pues representa un aproximado del 70% del mercado laboral. Esto implica que la mayoría de la población está en condiciones de trabajo desfavorables sin tener acceso a un seguro social y otras prestaciones de ley.
Con todo este panorama nos hacemos la consulta ¿Qué nos espera este año? Las proyecciones del Banco de Guatemala mantienen un pronóstico de crecimiento entre un rango de 3% y 5% nada nuevo en los pronósticos de los últimos años. Los sectores clave serán nuevamente el comercio, los servicios, la construcción y la agroindustria seguirán impulsando la economía. Nuevamente impulsado por las remesas, que seguirán mostrando crecimiento a pesar de las implicaciones y mensajes que vienen de la administración actual de Estados Unidos con respecto a las deportaciones masivas, sabemos que eso no frenará el envío de remesas ni la migración, ya que se comprobó anteriormente que esto no sucedió.
Si queremos que 2025 y los años venideros podamos tener un crecimiento real, necesitamos cambiar el enfoque. No es suficiente esperar que la situación externa mejore; es urgente trabajar en políticas que incentiven la productividad, la competencia e inversión en sectores estratégicos. Sin estos cambios, seguiremos viendo cómo el potencial del país y nuestra gente se desperdician, año tras año.