Luis Javier Medina
Politólogo con especialización en políticas públicas, investigador y analista
medinachapas33@gmail.com
31 de diciembre, último día del año. Una fecha que, como todos sabemos, marca un inicio y un final en lo que respecta al desarrollo del tiempo. Conviene mencionar también que el 2025 será un año bastante especial para la humanidad, ya que se cumple un cuarto de este nuevo siglo y 25 años del nuevo milenio. Nos encontramos a la misma distancia temporal del 2000 que del 2050.
¿Qué viene para Guatemala en 2025? Pues muchas cosas, al menos en el plano político. Seguramente, en 2025 surgirá nuevamente el debate sobre las reformas a la Ley Electoral y de Partidos Políticos. Asimismo, el Legislativo seguirá en el limbo en lo que respecta a la reforma a la Ley Orgánica del Ministerio Público y otras que se vislumbran en la opinión pública (ley de aguas, ley de servicio civil).
¿Y el Ejecutivo? Seguramente persistirá la tensión entre el Ministerio Público y Bernardo Arévalo, ello a raíz de la proximidad de la culminación de la actual Fiscal General, quien debe dejar el cargo en 2026. En lo referente a la administración pública, veremos si el gobierno de Semilla es capaz de traducir el presupuesto aprobado en un mayor bienestar para la población.
Probablemente, para quien lea esto, el escenario parezca desalentador. Y para algunos dicha percepción es producto del primer año de gobierno de la presente administración. A lo mejor, para muchos las expectativas no han sido del todo cumplidas y se estarán preguntando: ¿Si el primer año no fue positivo, qué nos depara en 2025?
Más allá de las luces y sombras evidenciadas hasta la fecha, sin temor a equivocarme, creo que una cuestión que jamás debemos olvidar es el buen ánimo para afrontar lo que nos aguarda. Y no solo lo digo como politólogo, lo digo como ser humano. Las últimas semanas del año son, en buena medida, para reflexionar sobre las cosas positivas que vivimos durante el año. En tal sentido, ¿por qué no mantenemos dicha actitud frente al futuro?
A esa buena actitud y optimismo se le debe sumar la responsabilidad. ¿A qué me refiero con ello? Por ejemplo, en lo que incumbe a las decisiones públicas, regularmente somos presos de narrativas que nos desalientan y nos llevan a un estado de pasividad, como si lo que sucediera en la economía, en la política y en la sociedad en general no nos concierne. Reivindicar la responsabilidad nos permite comprender nuestro rol para cambiar una situación específica.
Absolutamente todos sabemos qué es lo que tenemos que hacer. De nosotros depende hacerlo bien. Si, por ejemplo, tu rol es de incidencia en organizaciones de sociedad civil, utiliza las herramientas disponibles para modificar lo que concibes como negativo en el ámbito político. Si la responsabilidad se enlaza con un puesto de gobierno, asume el compromiso de trabajar por un mejor país y de brindar un servicio eficaz y eficiente en la institución en la que laboras. La lista es interminable. Puedo mencionar aquí a los empresarios, a los líderes religiosos, a los activistas, a la academia y a muchos sectores más. Construir una mejor Guatemala es una responsabilidad compartida.
Así que, entonces, iniciemos con buen pie este 2025. Los retos y desafíos serán ingentes. No obstante, nada está escrito aún. Recordemos siempre que nosotros somos los dueños de nuestro propio destino y, a nivel colectivo, agentes de cambio para un futuro próspero.