Víctor Negreros
Pensum Cerrado en Ciencias Jurídicas y Sociales, Abogacía y Notariado por la Universidad de San Carlos de Guatemala, Diplomado en Seguridad, Defensa Nacional y Gobernanza por la Dirección General de Política de Defensa del Ministerio de la Defensa Nacional, Diplomado en Seguridad Ciudadana y Derechos Humanos por la Comisión Nacional de Derechos Humanos de México y Diplomado en Diplomacia Global por la Universidad de Londres.
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La victoria de Donald Trump en las elecciones presidenciales de Estados Unidos ha sacudido los cimientos de la política internacional. Guatemala se encuentra en el ojo del huracán. El magnate inmobiliario, conocido por su retórica incendiaria y políticas controvertidas, promete transformar radicalmente la relación entre ambos países. Esto deja a muchos guatemaltecos preguntándose si están ante el fin de una era o el comienzo de una pesadilla.
Trump ha prometido llevar a cabo el mayor proceso de deportaciones en la historia de Estados Unidos. Esta promesa ha generado conmoción en las comunidades guatemaltecas a ambos lados de la frontera. Con más de 3.5 millones de guatemaltecos residiendo en suelo estadounidense, el impacto económico y social de una deportación masiva sería catastrófico. Las remesas, que representan un pilar fundamental de la economía guatemalteca, podrían colapsar y sumir al país en una crisis sin precedentes.
La tormenta no se limita solo a la migración. Trump ha prometido revisar todos los acuerdos comerciales, incluido el Tratado de Libre Comercio con Centroamérica. Esto podría devastar las exportaciones guatemaltecas, dejar a miles sin empleo y agravar la ya precaria situación económica del país.
La administración de Bernardo Arévalo, que apenas comienza a establecerse, se enfrenta a un desafío titánico. Las relaciones diplomáticas cuidadosamente cultivadas con la administración Biden podrían desmoronarse de la noche a la mañana. Esto dejaría a Guatemala aislada y vulnerable. La lucha contra la corrupción, un pilar de la política exterior estadounidense en la región, podría pasar a un segundo plano.
Sin embargo, algunos ven oportunidades en medio del caos. Sectores conservadores celebran el regreso de Trump con la esperanza de un enfoque más laxo en derechos humanos y anticorrupción. El sector empresarial ya está planeando cómo capitalizar el posible aislacionismo estadounidense y ve en ello una oportunidad para fortalecer lazos con China y otros actores globales.
El futuro de Guatemala pende de un hilo y la incertidumbre reina. ¿Logrará el país navegar las turbulentas aguas de la era Trump 2.0 o se hundirá bajo el peso de políticas migratorias draconianas y aislacionismo económico? Solo el tiempo lo dirá, pero algo es seguro: los próximos cuatro años prometen ser una montaña rusa de emociones, desafíos y posibles oportunidades inesperadas para quienes se atrevan a aprovecharlas.
Guatemala se encuentra en una encrucijada histórica. El regreso de Trump no solo amenaza con desmantelar décadas de progreso en las relaciones bilaterales, sino que también podría redefinir el papel del país en el escenario global. La pregunta es: ¿Está Guatemala preparada para el huracán Trump o estamos a punto de presenciar el colapso de una nación? En este entorno incierto, los líderes guatemaltecos deben responder a las demandas externas y fortalecer las reformas internas necesarias para garantizar un futuro sostenible. Si no lo hacen, podrían convertirse en cómplices involuntarios del deterioro social y económico que acecha tras cada decisión tomada bajo la sombra del nuevo presidente estadounidense.