-Juan de Dios Soberanis Jiménez – Técnico Auditor Forense en Investigaciones Criminales, estudiante de 5to año de la Licenciatura en Ciencias Jurídicas y Sociales.
El ser humano es un producto de la historia, una construcción de convicciones, valores, principios y verdades que logra formar con base en la historia, la formación dada en la casa, la educación institucional y las concepciones que asimila como propias. Somos entonces un concepto que se fortalece a medida que adquirimos conocimiento, Sin embargo, citando al autor David Fischman, “Cuestionar nuestras más arraigadas creencias requiere de mucho coraje ya que implica aceptar que hemos podido estar equivocados toda la vida”.
La historia que conocemos hoy fue construida por nuestros antepasados. Existen miles de datos, perspectivas y puntos de vista omitidos por quienes son encargados de redactarla, Usualmente, «los vencedores», no personas buenas ni malas, solamente personas que vencieron, moldearon el subconsciente colectivo a su historia, a su perspectiva; perspectiva que muchos de nosotros damos por cierta como única verdad. Sin embargo, como seres pensantes tenemos una necesidad intrínseca a satisfacer: la búsqueda de conocimientos.
La disciplina de la filosofía, en nuestros tiempos más olvidada, es la herramienta que como especie hemos adquirido desde la temprana edad de piedra, cuestionando el porqué suceden las cosas como suceden, dándole sentido a nuestro actuar y al mundo exterior que percibimos y experimentamos a través de los sentidos. Una disciplina que ha sido opacada, con justo sentido y razón, por las ciencias exactas y disciplinas que en su base son tecnologías, pero que no logran equipararse al ejercicio de cuestionar la realidad, como lo hace la filosofía.
Es importante entender el uso infinito que se le puede dar a esta disciplina desde el punto de vista en que lo que hoy damos por sentado. Costó años de sacrificios y luchas, o al contrario, fue dado como un dogma incuestionable que se incorpora como rutina a nuestro diario vivir.
Hace unos días, fue demostrado el fruto de buscar respuestas y cuestionar las bases con el premio Nobel de Economía otorgado a los profesores Daron Acemoglu, Simón Johnson y James A. Robinson. Estos docentes centraron sus estudios sobre cómo las instituciones económicas y políticas se desarrollan y determinan la prosperidad de las naciones y la desigualdad entre ellas, estableciendo dos tipos de instituciones: las inclusivas, que encuentran fundamento en el Estado de derecho, la democracia y el desenvolvimiento de la población en objetivos económicos y sociales, generando así la creación de riquezas y desarrollo social, y, por otro lado, las instituciones extractivas, basadas solo en derechos básicos, sin seguridad jurídica, autoritarismos y extracción de recursos para minorías.
Todos estos conceptos respaldados por el análisis de la colonización europea a partir del siglo XVI, un concepto económico, pero que a los ojos de mi persona, iniciado desde la filosofía más pura, a partir del cuestionamiento sobre nuestra situación, sobre la riqueza y el desarrollo económico y social. En situaciones similares, de descubrimientos extraordinarios que revolucionan el conocimiento y el saber humano, es normal llegar a la pregunta de “¿Cómo no lo pensé antes?” Pero es necesario salir del molde impuesto y la rutina para despertar el hambre de conocimiento, las ansias de buscar respuestas y comenzar a preguntarse ¿Por qué el planeta está en este estado? ¿Por qué mi país tiene estas deficiencias y sus virtudes? ¿Por qué mi situación es esta o aquella? Únicamente, rompiendo el molde y las bases, con mucho coraje podemos encontrar respuestas, darle sentido a nuestro pasado y crear un mejor futuro.