Ingrid Julissa De La Paz Olivarez
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Contadora Pública y Auditora
Estudiante de Maestría en Gestión, Fiscalización y Control Gubernamental / Licenciatura en Ciencia Política con especialidad en Análisis Político
En el 2024, Guatemala enfrenta uno de los momentos más decisivos para el sistema de justicia, con la elección de magistrados para la Corte Suprema de Justicia (CSJ) y las Salas de Apelaciones. No es solo un proceso administrativo más, sino un pulso de poder dentro del Congreso. Aquí es donde resuena la famosa pregunta del Chapulín Colorado, «Y ahora, ¿quién podrá defendernos? Dirigida a aquellos diputados corruptos y exfuncionarios que antes eran protegidos por la Corte de Constitucionalidad, pues con la salida de magistrados que servían como escudo de impunidad, ahora esos personajes se preguntan quién podrá salvarlos de los procesos judiciales pendientes.
El “eterno” Congreso ¿se convirtió en el laberinto sin salida?
La situación dentro del Congreso es un reflejo de los problemas estructurales que enfrenta la política guatemalteca: fragmentación, falta de liderazgo y alianzas débiles que se deshacen al primer roce de intereses opuestos. Las sesiones se suspenden por falta de quórum y la elección de las cortes parece más un campo de batalla, donde cada diputado lucha por su propio beneficio, en vez de buscar un esfuerzo colectivo para fortalecer el sistema judicial del país.
El hecho que más de 100 diputados fueran convocados para una sesión crucial y que solo 40 se presentaran, no es un simple descuido, es un síntoma de una crisis más profunda.
¿Pero qué es lo que está en juego realmente? Algunos dirán que se trata de poder político, otros hablarán de la influencia sobre el sistema judicial. Sin embargo, en el fondo, lo que realmente se disputa es la capacidad de cada actor político de protegerse, de garantizar su impunidad en un sistema que debería ser independiente, pero que hoy más que nunca se siente como una extensión del propio Congreso. No hablamos solo de cuotas de poder, sino de sobrevivencia política; algunos diputados buscan blindarse ante un futuro incierto, en el que cada decisión puede ser la que determine su caída.
Del cabildeo al sabotaje
El cabildeo, esa palabra que en teoría implica negociación y acuerdos, ha adquirido en Guatemala un nuevo significado: la política del bloqueo. En lugar de ser un espacio de diálogo constructivo, el cabildeo se ha convertido en una estrategia de sabotaje en la que los actores políticos no buscan avanzar, sino frenar cualquier proceso que no les garantice una ventaja. Las alianzas ya no son negociadas en torno a proyectos o ideologías, sino a corto plazo, basadas en la desconfianza mutua. No es de extrañar que los amparos y recursos legales se hayan convertido en las nuevas armas para detener el proceso.
Lo irónico es que, en este juego de poder, lo que se está sacrificando es la justicia. En lugar de buscar magistrados que puedan garantizar un equilibrio en la CSJ, los diputados parecen más preocupados por elegir candidatos que les aseguren que no tomarán decisiones en su contra.
¿Es este el sistema que merecemos?
La elección de las cortes no es solo un tema técnico o legal, es un espejo de la situación política de Guatemala. Nos invita a preguntarnos a los jóvenes ¿es este el sistema que queremos para nuestro país en el futuro? Un sistema en el que los representantes, elegidos para servir al pueblo, priorizan sus intereses personales por encima del bien común.
Este proceso no es solo un cambio de magistrados, es la oportunidad de redefinir las bases de nuestra justicia. Pero la pregunta es: ¿seremos capaces de aprovecharla?
Los jóvenes tenemos el desafío de exigir transparencia, de demandar un cambio estructural. Necesitamos instituciones fuertes y una ciudadanía activa que no permita que la impunidad siga siendo la norma. El futuro está en nuestras manos, y depende de nuestra capacidad de movilizarnos, de exigir y transformar este sistema. Porque si no somos nosotros, ¿quién podrá defendernos?