Jóvenes por la Transparencia

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Aura Almira: Estudiante de Derecho en la Universidad de San Carlos de Guatemala
X: @auralmira
Instagram: @Almisfortune
Correo: almisfortune22@gmail.com 

 

La prostitución es una actividad que ha existido desde tiempos inmemorables, adaptándose a los cambios sociales y culturales de cada época. En la actualidad, genera un debate profundo sobre si debe ser legalizada o ilegalizada. Algunos la ven como una manifestación de empoderamiento, mientras que otros la consideran una forma de explotación sexual oculta, tras una fachada de autonomía.

El dilema de legalizar o prohibir la prostitución es complejo y las implicaciones de ambas posturas son significativas. Países como Holanda y Alemania, que han optado por la legalización, han sido testigos de consecuencias inesperadas. En lugar de reducir el problema de la explotación, la trata de personas ha aumentado considerablemente en estos países. La demanda de servicios sexuales creció, junto con el número de burdeles, pero el incremento de la oferta no ha sido proporcional. Esto ha generado un entorno en el que muchas trabajadoras sexuales encuentran que su labor se ha vuelto menos rentable y más explotadora.

Por otro lado, la prohibición de la prostitución también presenta serios desafíos. Muchos critican que criminalizar la prostitución atenta contra el derecho de las personas a decidir sobre su propio cuerpo. Prohibir no elimina la práctica, simplemente la empuja hacia la clandestinidad, donde las trabajadoras sexuales son más vulnerables a la violencia, la explotación y la falta de acceso a servicios de salud y justicia. Al operar fuera de la ley, las condiciones de trabajo se vuelven aún más peligrosas, exponiendo a las personas involucradas a mayores riesgos sin posibilidad de proteger sus derechos.

Además, la prostitución es uno de los trabajos más precarizados en términos de derechos laborales. La naturaleza de la actividad implica que el cliente tiene un grado considerable de control sobre el cuerpo de la trabajadora sexual, lo que incrementa la posibilidad de abusos, como violaciones y contagio de enfermedades de transmisión sexual. Legalizarla no necesariamente resuelve este desequilibrio de poder, pero prohibir tampoco garantiza la eliminación de estos riesgos.

Otro aspecto preocupante es el estigma social que persigue a las trabajadoras sexuales, especialmente en contextos donde la prostitución es ilegal. Este estigma refuerza su marginalización, haciéndoles más difícil acceder a oportunidades fuera del trabajo sexual, como empleos formales, vivienda digna y servicios de bienestar social. Incluso quienes desean abandonar la prostitución, se ven atrapadas en un ciclo de exclusión que perpetúa su vulnerabilidad.

Esto nos lleva a preguntarnos ¿cuál es la razón por la que se acude a este trabajo? ¿qué hay detrás y por qué ha perdurado durante toda nuestra historia?

La razón por la que muchas personas recurren al trabajo sexual, como la prostitución, es multifacética y está profundamente entrelazada con factores económicos, sociales, culturales y personales. Si bien, no todas las personas que ejercen esta actividad lo hacen por las mismas razones, hay ciertos patrones comunes que ayudan a explicar, el por qué este fenómeno ha perdurado a lo largo de la historia:

Uno de los principales factores es la falta de oportunidades económicas. En muchas sociedades, las desigualdades estructurales y la pobreza empujan a las personas, especialmente a mujeres, hacia esta actividad como una forma de subsistencia. Para muchas, el trabajo sexual se convierte en una opción en ausencia de alternativas viables que les permitan generar ingresos suficientes para mantenerse a sí mismas y a sus familias.

La prostitución también se relaciona con las dinámicas de poder y desigualdad de género. A lo largo de la historia, las mujeres han enfrentado restricciones en su acceso a la educación, el trabajo formal y la independencia económica, lo que las deja en una posición de vulnerabilidad. En muchos casos, el trabajo sexual se presenta como una forma rápida de obtener ingresos en un entorno donde las opciones están limitadas por su género.

Detrás de la prostitución también se encuentra el fenómeno de la explotación sexual y la trata de personas. En muchas regiones del mundo, las redes de tráfico explotan a mujeres, niñas y niños, obligándolos a prostituirse bajo coerción, amenazas o engaños. Estas víctimas no eligen libremente ejercer la prostitución, sino que son forzadas a hacerlo en condiciones de esclavitud moderna.

La falta de acceso a la educación es otro factor clave. En contextos donde las personas no tienen oportunidades de obtener una formación académica o profesional, las opciones laborales se reducen, y la prostitución se presenta como una salida «fácil» a la precariedad económica. Aquellos sin educación formal o habilidades especializadas a menudo encuentran el trabajo sexual como una de las pocas alternativas para obtener ingresos.

En ciertas sociedades y momentos históricos, la prostitución ha sido normalizada o incluso aceptada como una profesión legítima. En la antigua Grecia y Roma, por ejemplo, había formas institucionalizadas de prostitución y en algunos casos las personas que ejercían esta labor tenían cierto estatus social. Esta persistencia cultural ha ayudado a que la prostitución se mantenga a lo largo de los siglos, incluso en tiempos y lugares donde ha sido estigmatizada.

Curiosamente, el estigma también juega un papel importante en la perpetuación de la prostitución. Una vez que las personas ingresan en este mundo, a menudo enfrentan barreras sociales para salir de él. El estigma social, la discriminación y la exclusión de oportunidades laborales formales dificultan que puedan dejar el trabajo sexual y reintegrarse a la sociedad, perpetuando un ciclo de marginación.

Por último, la prostitución ha perdurado a lo largo de la historia porque existe una demanda constante de servicios sexuales. Los clientes que buscan estos servicios continúan siendo un factor clave que alimenta la industria. Mientras exista esa demanda, el mercado del trabajo sexual se seguirá manteniendo, legal o ilegalmente.

La prostitución ha persistido debido a una combinación de factores económicos, sociales, culturales y de poder. La falta de oportunidades, la desigualdad de género, la explotación y el estigma son elementos que perpetúan su existencia. Si bien, algunas personas ven en ella una forma de ganarse la vida, muchas otras se encuentran atrapadas en un ciclo de explotación y vulnerabilidad del que es difícil escapar.

Es crucial reconocer que la solución a esta problemática no se encuentra únicamente en la legalización o en la prohibición de la prostitución, sino en abordar las causas subyacentes que impulsan su existencia. La verdadera solución radica en la creación de oportunidades económicas reales y sostenibles, la igualdad de género y la eliminación de la pobreza. Debemos enfocar nuestros esfuerzos en proporcionar alternativas viables y en garantizar que todos tengan acceso a empleos dignos y a una educación que permita mejorar su calidad de vida.

Además, es fundamental abordar el estigma asociado a la prostitución y trabajar para desmantelar las estructuras que perpetúan la explotación. En lugar de romanticizar o demonizar la prostitución, debemos enfocarnos en desarrollar políticas integrales que garanticen derechos laborales y de seguridad para todas las personas involucradas, promoviendo un entorno en el que el trabajo sexual no sea una opción desesperada, sino una elección informada y protegida.

Para que haya un trabajo digno, deben existir derechos y deberes que resguarden a las personas involucradas. Si bien la prostitución puede parecer una solución a corto plazo para algunos, sus contras a menudo superan a los pros, revelando que es más una problemática que una verdadera solución. Es momento de reformar nuestras políticas y enfoques, buscando erradicar las condiciones que perpetúan la explotación y ofreciendo un futuro más justo y equitativo para todos.

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