Jóvenes por la Transparencia

post author
Aura Almira: Estudiante de Derecho en la Universidad de San Carlos de Guatemala.
X: @auralmira
Instagram: @Almisfortune
Correo: almisfortune22@gmail.com

 

Siempre me he cuestionado las razones por las cuales los guatemaltecos somos tan fanáticos de las golosinas y azúcares. «Eres lo que comes», dicen por ahí. Sin embargo, en Guatemala se consumen muchos más productos cancerígenos de los que podemos contar. Estamos rodeados por un sinfín de alimentos que, más allá de generar energía y bienestar al cuerpo, tienen efectos secundarios muy graves para la salud de los consumidores. Podríamos culpar a los ciudadanos por su consumo excesivo de estos productos, pero la realidad es que en Guatemala es mucho más fácil acceder a una Coca Cola y un Tortrix, que a una bolsa de leche o medio cartón de huevos. Esto nos lleva a preguntarnos: ¿Realmente le importa al gobierno nuestra salud alimentaria?

Nuestros gobiernos deberían encargarse del cuidado de nuestra salud, pero la realidad es que a pesar de las restricciones que SESAN imponga, en Guatemala, los alimentos más consumidos son aquellos que poseen ingredientes dañinos para la salud.

Entre ellos podemos encontrar la comida procesada, como: Las salchichas, el salami y el tocino, que son los principales responsables del cáncer de colon debido a su alto contenido en grasas saturadas. También podemos encontrar alimentos como los cereales Quaker, las galletas Oreo, las Sabritas, los Doritos y una gran cantidad de alimentos derivados. Estos alimentos, por su alto contenido en glutamato monosódico (MSG), un aditivo alimentario utilizado para realzar el sabor de los alimentos, se han relacionado con diversos problemas de salud. El MSG utiliza comúnmente en la industria alimentaria para mejorar el sabor de los alimentos salados, ya que puede realzar y profundizar el sabor umami, que es uno de los cinco sabores básicos junto con el dulce, salado, ácido y amargo.

El MSG puede desencadenar respuestas neuronales que aumentan la percepción del sabor umami y, en algunos casos, pueden contribuir a un mayor consumo de alimentos que contienen este aditivo. Lo que hace realmente adictivo el consumo de estos productos.

Además, ciertos aditivos, como los edulcorantes artificiales, pueden activar áreas del cerebro asociadas con el placer sin proporcionar calorías, lo que podría llevar a un deseo de consumir más alimentos o bebidas que los contienen.

El MSG se suele agregar a una variedad de alimentos procesados, como sopas, caldos, aderezos para ensaladas, productos cárnicos, snacks y alimentos congelados, para mejorar su sabor. Sin embargo, entre sus efectos secundarios encontramos enfermedades como la obesidad, la diabetes, el asma, el déficit de atención, la hipertensión y el cáncer, entre otros. Es importante recalcar que este es solo uno de los muchos tipos de aditivos que generan dependencia a estos alimentos.

La intensiva ola de consumismo hacia estos alimentos no solo depende de nosotros como consumidores responsables, sino también del impacto que los aditivos generan en nuestros cuerpos. El problema ya no solo se presenta en los alimentos químicamente alterados, sino también en la tierra agrícola. Guatemala, a pesar de ser tierra totalmente agrícola, se ve amenazada constantemente por la Ley Monsanto, que busca intervenir genéticamente en las semillas.

Al modificar genéticamente las semillas, se agregan químicos como el glifosato, el cual está conectado con enfermedades como el Parkinson, Alzheimer, cáncer de pecho y próstata.  Requiere cantidades masivas de plaguicidas, herbicidas y fungicidas, consideradas como ingredientes principales en el veneno en algunos países.

Podemos encontrar muchos más ejemplos si analizamos cada uno de los químicos que componen nuestros alimentos. En resumidas cuentas, no podemos comer carnes, vegetales, golosinas ni ningún producto modificado químicamente, ya que el 90% de los productos que ingresan al país, son potencial veneno para nosotros.

Esto nos da respuesta a la pregunta inicial. La sociedad está condicionada por estos aditivos y, sin embargo, nuestros gobiernos le dan mínima importancia al daño que estos nos generan. Es importante recalcar que nuestros alimentos son vitales para mantenernos sanos, para generar defensas a enfermedades y para darnos energía. Por ello, la frase «cuerpo sano, mente sana», es un reto actual para nosotros: sobrevivir a la sociedad del cáncer, la cual, más allá de alimentarnos, nos envenena poco a poco. Es momento de hacer frente a nuestros líderes y cuestionarles: ¿Hasta cuándo tomarán acción para mejorar la salud alimentaria de los guatemaltecos?

Artículo anteriorSecuritización de las migraciones
Artículo siguienteKafka y nosotros