Jóvenes por la Transparencia

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Guillermo Melara
Estudiante de Comercio y Relaciones Internacionales
luismelara@ufm.edu
Jóvenes Por La Transparencia
fcccmarcodeaccion@gmail.com


 

El ajedrez político de nuestro país está en marcha. La polarización de las posiciones es un hecho que no parece dar espacio a jugadas clave, que acerquen a los guatemaltecos hacia un horizonte de desarrollo.

Ni memoria política, ni consistencia en los discursos. ¿Dónde queda el debate sobre principios y fundamentos que deberían ser parte de las discusiones? Y no me refiero aquí a las luchas tribales de X (antes Twitter) donde se agudiza la dinámica de “Ellos contra Nosotros”, sino a las mesas de juego en las que se puede decidir el rumbo y la visión del país. En la actualidad, Guatemala enfrenta una lucha histórica (afortunadamente no en términos de Marx…) por la debilitada y golpeada institucionalidad democrática. Una profunda crisis de valores que se acentúa con la presencia de discursos e ideas superficiales y polarizantes.

Lo cierto es que estamos atravesando un nuevo ciclo político, con ritmos cada vez más acelerados y turbulentos, en los que hasta los más sagaces parecen caer por la coyuntura; y si no advertimos esto, el tablero puede caer en jaque mate para perjuicio de los guatemaltecos. Envueltos en la cada vez más asfixiante coyuntura, parece que la mejor opción será escapar de ella. ¿Hacia dónde ver entonces? Para rescatar el juego tóxico en el que estamos debemos empezar por las ideas, y más que eso, por los principios.

Estado de derecho, república, libertad, democracia. Sea cual sea nuestra inclinación, no podemos cansarnos de rescatar los principios en los debates, y aquellos que minimizan su vigencia, deberían replantearse su coherencia. Esto será en definitiva el sustento y la brújula de nuestras acciones, así como del surgimiento de valores compartidos para las bases de nuevas generaciones políticas. Propongo entonces evitar en lo posible caer en la coyuntura, por muy anhelado u oportuno que parezca el momento, para promover el diálogo y el debate de ideas; y no para demostrar una superioridad moral o intelectual, sino como un vehículo para el desarrollo de ideas –ideologías–; propuestas –oferta política– y consensos para soluciones.

Retomando entonces la analogía de los peones –blancos vs. negros–, podemos identificar la estrategia que busca ventaja en el panorama político de hoy. Calificando y castigando a todos aquellos que no compartan determinadas ideas; polarizando y rebajando los discursos con una hipermoralización predominante, pero sin principios de fondo que seguir. Como resultado de esto, se terminan dejando atrás otros temas/problemas de mayor alcance y sustancia.

¿Principios o ideologías?

La respuesta a este dilema es personal, pero es crucial reflexionar sobre algunas preguntas fundamentales: ¿A quién seguimos y por qué? ¿Cuáles son las banderas que defendemos? Y sobre todo, ¿qué estamos dispuestos a sacrificar por lo que creemos? Si estos no son los cuestionamientos de fondo, parece que no ha existido un desarrollo de ideas y valores consistentes con nuestros anhelos para la política y la administración pública. No podemos seguir con la estrategia de etiquetar a los peones como blancos o negros, perpetuando una división que solo desvía la atención de los verdaderos problemas que enfrentamos. Es momento de trascender la coyuntura y enfocarnos en los principios que realmente importan para rescatar nuestro sistema político.

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