Jóvenes por la Transparencia

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Jose Anibal Tubac S. – 25/12/1996.
Estudiante de pénsum cerrado de la carrera de Ciencia Política y Administración Pública por la Universidad de San Carlos de Guatemala. Actual estudiante de Técnico en Desarrollo de Software por la Universidad Galileo de Guatemala. Continuo estudiante y adquisidor de continuas habilidades de análisis social, lingüístico y tecnológico.
IG: jose_im140
Email: Jos96tri@hotmail.com
Redacción: fcccmarcodeaccion@gmail.com

 

Guatemala es el resultado de siglos de historias contrapuestas, de ideas y movimientos sociales políticos que en profundidad buscan lo “mejor” para el país. En el fondo somos como cualquier otro país de Centroamérica, pero con más volcanes y tamales. De hecho, Guatemala es como el programa de televisión de los años 90 «Sábado Gigante», en el que todo el mundo quiere lograrse un carro nuevo para que se vuelva su tercera casa en una ciudad cada vez más abarrotada por horas picos y pasos a desnivel. En Guatemala todos somos expertos en todo, menos en hablar de Guatemala; porque el tabú en Guatemala es Guatemala. Nadie quiere hablar de su historia, de nuestra cotidianidad, de su futuro, de sus problemas. Lo único que repetimos todos los guatemaltecos sobre Guatemala es: ¡El país de la eterna primavera!, ¡Me dueles mi Guate!, ¡De Guatemala a Guatepeor!

En cambio, nos ponen un video de Rigoberta Menchú explicándole a los extranjeros palabras en español y nuestros modismos, y decimos: ¡Qué viva Guatemala! ¡Qué chilero es ser chapín! Todos los guatemaltecos tenemos una relación esquizoide con Guatemala, porque Guatemala no es un país, es un rompecabezas. Y la salida es resolver qué es Guatemala. Y esto es porque nuestro pasado es tan complejo que no sabemos qué pensar de nuestro presente, porque nuestra historia está marcada por conflictos sociales y políticos.

Guatemala es también la conquista española, las fiestas patronales, Tikal, es la violencia de las pandillas, es Panajachel, es el genocidio, es la marimba y el son, es la corrupción, es el narcotráfico, es la Semana Santa, son los 36 años de Conflicto Armado Interno, es la tragedia del Volcán de Fuego y los Hogares Seguros. En otros países del mundo se piensa que nos encanta hacer rituales mayas, sacrificios y que vivimos rodeados de selva. Somos esos locos chapines que hartos de la delincuencia hacemos justicia por mano propia. Si Estados Unidos es la tierra de las oportunidades, Guatemala es la tierra del “¡venite pues, bájate!”. Porque somos demasiado apasionados, o porque no le tenemos miedo a nada. Bueno, solo le tenemos miedo a una cosa, a nuestra madre enojada con el cincho en la mano.

Guatemala es el único país del mundo que tiene un problema de amor-odio con su bandera.  Por un lado, hay gente lo suficientemente ignorante como para llamar ”chafa” a cualquiera que lleve la bandera. Y por el otro, da la casualidad de que muchos de los que portan ostentosos la bandera terminan inmiscuidos en redes de corrupción y son “chafas”.  Se llega  a una encrucijada de no saber qué pensar de nuestra bandera, porque por un lado nos enorgullece tener en conjunto el himno nacional más bello del mundo, pero por el otro, se ha manchado tanto su significado.

Ser guatemalteco es complicado porque Guatemala está llena de contradicciones. Por un lado, somos un país lleno de riqueza cultural que acoge a diversas etnias, pero el único maya que se conoce es el que vende artesanías en el mercado. Y luego está la tradición arraigada machista, que todos repudiamos; pero no somos altamente tolerantes con la inclusión y las minorías. Que una cosa es ser machista y otra peor es ser machista y encima corrupto. Y luego está el debate de la corrupción. Por un lado, están los que quieren celebrar que se está combatiendo la corrupción, y por el otro, están los que pretenden que los demás nos sintamos avergonzados porque la corrupción sigue siendo un problema. Si de algo somos capaces los guatemaltecos es de vivir en una eterna incoherencia. Guatemala es un país que no sabe quién es ni quiere hablar del tema.

Guatemala es un niño pequeño que no quiere afrontar responsabilidades. Guatemala es ese amigo que no estudia, pero que tampoco trabaja, que bebe demasiado, pero que le echa la culpa a los demás, que no quiere hablar del conflicto armado, pero que está obsesionado con este; que un día es ultraconservador provida y al siguiente apoya causas progresistas, que critica a los políticos, pero que no quiere ir a votar; al menos hasta el año pasado. Guatemala es capaz de ser una cosa y de ser también la contraria. Guatemala no es un país, es una nación bipolar. Por eso, en Guatemala solo existen dos tipos de guatemaltecos: los que odian demasiado su país y los que lo aman demasiado. Y los dos están equivocados y los dos tienen razón, porque Guatemala es hermosa y Guatemala es caótica al mismo tiempo. Porque es verdad que existen los paisajes de ensueño, pero también existen las zonas rojas. Y ser guatemalteco es asombroso y es una tragedia al mismo tiempo. Porque ser guatemalteco es ser Yolanda Yax pero también es ser Jimmy Morales. Porque somos capaces de lo mejor y de lo peor. Porque somos un país donde celebramos la Independencia con recorridos y antorchas, pero también el único en el que la corrupción es parte del diario vivir. Porque somos el país orgulloso de nuestro pasado y cultura maya, pero también el que sufre desigualdad social. Porque nos ganamos el respeto internacional por nuestros artistas y escritores, pero perdimos la confianza en nuestras instituciones y funcionarios deplorables. Porque somos trabajadores y somos indolentes. Porque somos la tierra de la eterna primavera y también la tierra de unión de grandes fallas geológicas. Porque somos América Latina y también somos una mezcla de influencias indígenas, españolas y africanas. Porque somos el país de las 4 etnias predominantes, pero también el país discriminatorio. Porque somos el país de las riquezas naturales, pero también un país de explotación minera. Porque somos un país lleno de folclore, pero también el país de la violencia. Porque somos Guatemala, con todas sus contradicciones y bellezas; que lo único que necesitamos para empezar a comprendernos los unos a los otros es tener una mesa de juego limpia que se construye con instituciones públicas transparentes y una burocracia estatal eficiente.

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