Fernando Reyes. Licenciado en Ciencias Jurídicas y Sociales por la Universidad Francisco Marroquín. Apasionado por los temas jurídicos, políticos y económicos.
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Es necesario aclarar que el presente artículo podría herir sensibilidades, por lo que no es apto para personas radicales, intolerantes o de mente cerrada.
Tenemos dos candidatos antisistema que dieron la sorpresa en sus respectivos países a pesar de las encuestas: Bernardo Arévalo en Guatemala y Javier Milei en Argentina. En contra de todo pronóstico, dos candidatos con ideologías marcadamente distintas, un socialdemócrata y un liberal radical, fueron elegidos en las urnas. En Guatemala, el ahora presidente de la República centró su campaña en erradicar la corrupción y en evidenciar la mediocre gestión del gobierno anterior. El oficialismo en Guatemala, que se identifica como un gobierno corrupto de derecha, ha llevado al país a ocupar la posición 127 de 189 en el índice de desarrollo humano; de lo más bajos en Latinoamérica. Los índices también evidencian que la desnutrición y la hambruna en Guatemala han ido empeorando y son similares a países de la costa atlántica de África Central, como Camerún y Gabón.
Lo anterior, entre otros motivos, dio como resultado una población hastiada de la política tradicional, que se decantó por un sociólogo, congresista, catedrático y escritor, conocido como Bernardo Arévalo, un disruptivo que sepultó a la política tradicional guatemalteca.
Algo similar sucedió en Argentina, el ahora presidente de la República centró su campaña en barrer con la casta política, eliminar el asistencialismo estatal, reducir el déficit fiscal y eliminar los problemas de inflación. El oficialismo en Argentina, que se identifica como un gobierno corrupto de izquierda, ha llevado al país sudamericano al borde de la hiperinflación, situada a la fecha en un 200%. Esto solo es superado por países como Sudán, Zimbabue y Venezuela.
Lo anterior, entre otros motivos, dio como resultado una población aborrecida de la política tradicional, que se decantó por un economista, catedrático y parlamentario, conocido como Javier Milei, un disruptivo que sepultó la política tradicional en Argentina.
Ambos representan un fenómeno similar que marca la tendencia regional de votar por outsiders o por la oposición que también evidencia los problemas de gobernabilidad. Me parece miope apreciar estos fenómenos de una forma estrictamente ideológica.
En conclusión, se trata de dos personajes, con ideología distinta, en países con problemas y contextos muy diferentes, que ganaron gracias a una población aborrecida de los políticos tradicionales y a un sistema incapaz de resolver los problemas de sus respectivos países.
De forma personal, le deseo todo lo mejor a Bernardo Arévalo y a Javier Milei.