Kevin Segura.
Arquitecto, idealista, fundador del Laboratorio de Liderazgo e Innovación, docente universitario, Sancarlista con S mayúscula.
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Luego de las tres elecciones que ha tenido Guatemala, sí tres, la primera vuelta, la segunda y el repechaje contra los corruptos que no querían soltar el poder, es necesario que hagamos un análisis. No solo un análisis de los escenarios futuribles para la política de este floreciente país, sino adentrarnos en profundizar cómo el Estado ha logrado estos niveles de cooptación, con colaboradores que se han subido al barco del intento de golpe de Estado, aunque haya sido un fracaso.
Pareciera tan solo un mal Stand Up Comedy aquellas declaraciones del Ministerio Público en las que casi que por likes, y algunas muestras de solidaridad con la resistencia de la USAC, sindicaron de criminales a estudiantes, docentes, personal administrativo, candidatos, diputados y casi casi hasta a los gatos y ardillas que abundan en la universidad. Pero lejos de parecer una comedia de mal gusto, era precisamente una evidencia de algo más profundo y cancerígeno. Era la expresión de ese sector siniestro, cuasi secta de corruptos, que hoy tiene copada la universidad, siendo ahora uno de sus bastiones desde el que sigue lanzando disparos contra el futuro del país.
Entender el rol de la universidad en este proceso no es fácil, ni mucho menos agradable. Cada vez que nos quejamos por la falta de justicia y de mejoras a este sistema, casi siempre debemos ver a la universidad, ya que en ella habitan esos seres que han facilitado la cooptación de la Justicia, del Ministerio Público y de otras entidades que se relacionan con su aplicación. Cuando no hay pastillas ni buena atención en el Instituto Guatemalteco de Seguridad Social (IGSS) debemos nuevamente, y con mucha vergüenza, volver la mirada hacia nuestra casa de estudios, también esta es responsable de lo mismo, y así con casi todo este sistema podrido que tanto daño nos ha hecho.
Y es que es la UNIVERSIDAD, única y ESTATAL, la que ha abandonado su misión de coadyuvar a solucionar los problemas nacionales. Más bien, ha utilizado sus representaciones para colocar cartas de la cleptomanía en los distintos espacios de poder. Sus más de 84 representaciones en el Estado conforman una rosca de poder enorme, que la miopía académica poco ve, pues solo a ojo de buen corrupto se puede dimensionar el poder que conlleva.
Para mencionar un poco de estas representaciones podríamos indicar las del IGSS, que contrata a zootecnistas como gerentes de la institución para pagar favores, o las representaciones en la Junta Monetaria, CONADI, FONACON, REDFIA, INAB, que poco han hecho por favorecer al guatemalteco. O, por otro lado, instancias como el Consejo de Enseñanza Privada Superior, ese mismo que ahora aprueba universidades de cartón y carreras a discreción, tan solo para continuar generando riqueza de la misma carestía de la universidad pública.
Por si fuera poco, y por si nos cabe duda de lo que esta gran fuerza representa, las distintas delegaciones que se hacen para representar el pensamiento crítico en el área jurídica, desde los delegados en la Corte de Constitucional que está a dos años de cambiarse, hasta los delegados en la comisión de postulación del MP, TSE, CSJ, entre otras, todas claramente tuvieron que ver con el último intento de golpe de Estado.
Este poder tan enorme y robusto que posee la única institución pública de educación superior, más que una responsabilidad se ha convertido en una agonía. La politización de la institución es evidente y durante estos meses la lucha por la democracia llegará hasta las aulas. En ellas está el nicho de mentes pensantes que así como le dieron la vuelta a las elecciones en 2023, le pueden dar la vuelta a la universidad, produciendo cambios sustanciales en esta y varias instituciones consecutivamente.
Lidiar con este monstruo no es fácil. El clientelismo político está a la vuelta de la esquina, desde académicos forrados en piel de oveja que lucharán por quedarse con las distintas decanaturas solo para engordar su currículum académico y no para servir al pueblo de Guatemala, hasta egresados que han formado parte de las clicas gremiales que hoy también tienen crisis por la ausencia de ética en las prácticas profesionales.
De hecho, no muy lejano a nuestros intereses colectivos e individuales, solo quiero recordar que la universidad tiene un voto titular y suplente en los Consejos de Desarrollo Departamental COCODES, instancia que seguro será trascendental para la planificación, organización y ejecución de obra pública de macroproyectos de interés departamental y nacional.
Como mencioné, describir el poder que ostenta la máxima casa de estudios no es fácil, recuperarla menos. En los siguientes meses podremos ver un poco más de 80 elecciones en las distintas unidades académicas, sin importar la dimensión de la unidad o tan siquiera la tipología de esta, sea facultad, escuela o centro universitario, todas, absolutamente todas, serán vitales para darle la vuelta a este conjunto de mafias.
Sino es ahora, no sé cuándo tengamos nuevamente esta oportunidad de dejar de soñar y empezar a construir el país que deseamos a través de la educación superior universitaria.
Mi casa de estudios, aquella que conocí desde los cuatro años de edad de la mano de mi madre y que ha sido mi segunda casa, la que me enseñó a amar el conocimiento y la vida misma, hoy está en un inconmensurable riesgo.
Pero algo me da esperanza, que gente como yo, que lejos de romantizar las luchas universitarias, están murmurando en los pasillos, en los buses y en las calles algo que no se había escuchado antes: ¡¡RECUPEREMOS LA USAC!!