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Meybel Amaya, estudiante de Ciencias Sociales y Jurídicas. Fundadora de Niñas sin Fronteras, una organización dedicada a promover el empoderamiento de las jóvenes. Apasionada por la investigación, la migración y la gestión de proyectos. Coordinadora de varios proyectos en Guatemala y Centroamérica. Columnista en el diario Telégrafo. Creo firmemente que para lograr una democracia plena en Guatemala es necesario implementar una serie de medidas que permitan la participación activa y efectiva de los ciudadanos en la toma de decisiones.
Esta era democrática depende de ciudadanos comprometidos que estén dispuestos a enfrentar los retos y desafíos que la corrupción impone en nuestro país.
La corrupción ha sido un cáncer que ha debilitado a Guatemala durante décadas. Ha socavado la confianza en las instituciones, ha frenado el desarrollo económico y ha perpetuado la desigualdad social. Durante demasiado tiempo, los actores corruptos han abusado del poder y han lucrado a expensas del bienestar de la ciudadanía.
El gobierno de Alejandro Giammattei fue una oportunidad perdida para combatir la corrupción. A pesar de las promesas y las expectativas iniciales, su administración se vio envuelta en escándalos de corrupción y no se tomaron medidas efectivas para enfrentar el problema de manera sistemática y contundente.
Esto dejó una mancha en la historia de Guatemala y demostró una vez más la urgente necesidad de un cambio.
Con la llegada de Bernardo Arévalo como nuevo presidente se renueva la esperanza de un gobierno comprometido con la transparencia y la rendición de cuentas.
“El despertar de un pueblo: Un nuevo amanecer en Guatemala”
Ha sido un acto histórico. Bernardo Arévalo asumió el cargo presidencial de Guatemala, convirtiéndose en la única legítima voluntad popular.
Este hito marca el inicio de una era llena de esperanza. Un nuevo período en el que la promesa de un país más justo y próspero se hace tangible.
¡Una nueva era DEMOCRÁTICA!
Este logro no ha sido fortuito, sino el fruto de la fuerza conjunta de diversos actores que se unieron con la determinación de derrotar un sistema cooptado y corrompido hasta la médula.
Fueron los jóvenes, valientes y comprometidos, los que asumieron la responsabilidad de alzar la voz reclamando un futuro mejor.
Jóvenes que, junto con los pueblos originarios, dueños ancestrales de estas tierras, han luchado incansablemente por el reconocimiento de sus derechos y su participación activa en la construcción de una Guatemala incluyente.
El respaldo de la comunidad internacional fue fundamental en esta gesta. Aquellos países que han sido testigos de la opresión y los abusos del poder, como Nicaragua y Venezuela, aplaudieron el coraje del pueblo y la determinación para salvar nuestra democracia. Estas muestras de solidaridad son un recordatorio de que la lucha por la libertad y la justicia trasciende las fronteras.
La corrupción, cancerígena en las entrañas de la nación, ha sido enfrentada con valentía y perseverancia. La recuperación de las instituciones será un arduo camino, pero el compromiso es firme y la voluntad de erradicar este mal es inquebrantable.
Hoy, Guatemala se abre a un nuevo capítulo, lleno de retos y oportunidades. Las heridas del pasado serán sanadas con el trabajo conjunto y la determinación de construir un país donde todos tengan las mismas oportunidades, haya justicia social y respeto a los derechos humanos.
Sin embargo, no debemos olvidar que el camino hacia una Guatemala libre de corrupción está lleno de obstáculos.
Los intereses y las prácticas corruptas son profundas y arraigadas en muchos sectores de la sociedad.
La erradicación de la corrupción requiere de una voluntad política firme, pero también depende de la participación activa de cada ciudadano.
Aquí inicia la siguiente reflexión:
“Todos debemos asumir la responsabilidad de exigir transparencia, denunciar los actos de corrupción y apoyar a aquellos líderes y organizaciones que estén comprometidos con la limpieza del sistema”
La “Primavera democrática” es un llamado a la acción. Necesitamos ciudadanos comprometidos que estén dispuestos a resistir las tentaciones de la corrupción y a involucrarse en la construcción de un país más justo.
Que la corrupción no es exclusiva de los altos niveles del gobierno; también está presente en nuestra vida diaria, en nuestras acciones cotidianas. Necesitamos un cambio profundo, no solo en el gobierno, sino en nuestra cultura, para combatir la corrupción arraigada en nuestra sociedad.
La corrupción se nutre de la indiferencia y la complacencia. No podemos esperar que desaparezca de la noche a la mañana; requiere el esfuerzo constante de todos nosotros. No se trata solo de leyes y regulaciones, sino de nuestra actitud y comportamiento diario.
Cada vez que elegimos lo fácil en lugar de lo correcto, alimentamos la cultura de la corrupción que tanto daño hace a nuestra sociedad.
Cada vez que exigimos transparencia y responsabilidad, nos acercamos un poco más a la erradicación de la corrupción en Guatemala.
Nuestros pequeños actos importan.
Cada decisión que tomamos puede marcar la diferencia en la batalla contra la corrupción en nuestro país. No podemos esperar que una sola persona o un solo gobierno resuelva el problema de la corrupción.
Todos tenemos la responsabilidad de contribuir a su erradicación. La corrupción es un obstáculo para el desarrollo y la justicia en Guatemala. Debemos unirnos como sociedad para superarla y construir un futuro más íntegro.
Te invito a enfrentar la corrupción, lo cual requiere de valentía y determinación, pero los resultados valen la pena. Solo juntos podemos construir un Guatemala libre y llena de oportunidades.
Defendimos la democracia a través de las manifestaciones, ahora debemos defenderla en nuestro día a día. La “Primavera democrática” no es solo una promesa gubernamental, sino un compromiso de todos.