Guillermo Melara
Estudiante de Comercio y Relaciones Internacionales
lg.melarafuentes@gmail.com
Instagram/FB/Twitter: Guillermo Melara
La ciudadanía guatemalteca está en un momento crítico y solo el tiempo dirá si este poder, del que poco se habla, conseguirá reunir los mecanismos y condiciones necesarias para ganar peso en esta lucha que parece interminable. La reciente primera vuelta electoral ha demostrado una vez más la importancia de la participación ciudadana como pilar fundamental en la democracia. A esto se le añade una convergencia que de aquí en adelante se llamará el poder intermedio de las redes sociales, pues, según la encuesta CID Gallup 2022, un 33% de la población guatemalteca se informa a través de estos medios. Este porcentaje aumenta considerablemente si se analiza que en muchas ocasiones –dados los trends con mayor popularidad– su solo uso nos sumerge en la coyuntura política, creando opiniones, debates e informando (o desinformando) a miles de ciudadanos. Es así que nos hallamos frente a dos “batallas” que tendrán lugar en diferentes planos: la primera será la que propicie el poder intermedio de las redes sociales; la segunda será cuando se logre sincronizar la participación ciudadana.
¿Pero a qué poder intermedio nos referimos? Según autores como Tocqueville, esta institución, —representada tradicionalmente— por la sociedad civil es vital para el mantenimiento de una democracia sólida, que en nuestro contexto la conformamos asociaciones, organizaciones civiles y personas particulares con interés en los asuntos del Estado. El “apellido” de redes sociales deviene por el poder amplificador que otorga a los usuarios, llegando, como recientemente se ha visto, a ser incluso un contrapeso importante a las decisiones políticas. Fenómeno que, potenciado por las elecciones, ha demostrado una enorme incidencia en la opinión pública. Para muestra de ello, el repudio al sistema o a la calidad/oferta de candidatos ha hecho que, tanto el voto nulo como el blanco, sea de más de un millón en las urnas; siendo el primero, el legítimo ganador de esta primera contienda. Sumado a esto, un partido que se identifica y posiciona como “antisistema” parece haber ganado en el ámbito virtual y de las redes sociales.
Sin embargo, esto no debe quedarse en este plano, pues es ahora cuando más se necesita una participación activa y coherente con lo que cada uno quiere para el país. Por esto, la segunda batalla será ante el abstencionismo, representado por un 40% del padrón electoral. Lo que significa que existen grandes retos, tanto los partidos que pasaron como para el gobierno, que ha debilitado —con sus últimas acciones— un sistema que se sostiene por la participación de voluntarios. Además, este proceso debe ser solo uno de los que abonan al fortalecimiento de la democracia. Tal como afirmaba un político estadounidense: “la democracia no termina en las elecciones”, pues es un medio que se defiende día con día, con esfuerzos ciudadanos, como un freno al Estado. Si bien es cierto, esta forma de participar es la más conocida, pero —como se ha visto aquí— no es la única con la que se puede incidir.
Ahora bien, otro de los desafíos a los que nos enfrentamos es la opinión pública y sus constantes amenazas por medio de noticias falsas y/o malintencionadas, llámese, net centers. Razón por la cual será de vital importancia el uso del poder intermedio de las redes sociales para fortalecer la participación ciudadana —reducir el abstencionismo— y mantener viva la llama para impulsar transformaciones. Eventos como los del 2015 nos enseñan que la convergencia entre estos dos puntos puede formar una sincronía y unidad en la población, ya que aquellos que se oponen a esto tratarán de invalidar nuestra voluntad… Con todo, es menester recordar lo que dijo Albert Camus ante una situación similar: la tiranía totalitaria no se construye sobre las virtudes de los totalitarios, sino sobre las debilidades de los demócratas.