Kevin Segura
Arquitecto, idealista, Fundador del Laboratorio de Liderazgo e Innovación y docente universitario.
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Hace unos días, en una reunión escuché la siguiente frase: “La basura no está en las calles, está en la mente de las personas que la tiran”. Todo un shock comprender estas palabras. El narrador siguió diciendo: “También la tienen aquellos que votan por un guacal al que no le llegará el agua, más que una vez a la semana”. Allí entendí, estamos a días de ejercer el sufragio, uno trascendental (aunque todos sean trascendentales), pero en esta ocasión quizás el más polémico, ya que en vez de empresarios y políticos, tenemos la NARCOCLEPTOCRACIA hoy cooptando los espacios de toma de decisión cruciales para nuestro desarrollo como sociedad.
Hoy, los problemas que nos acontecen desde lo cotidiano: la ausencia de agua, transporte público, centros de salud, educación de calidad, o algo tan básico como el tránsito, que se volvió el suplicio cotidiano del área metropolitana, entre otras decenas de problemáticas, son debido a burócratas (políticos en un escritorio ejerciendo poder) incapaces y ausentes de cualquier consideración de ética o moral. Es decir, tus problemas cotidianos pasan porque un político incompetente decide desde un escritorio, desconociendo o sin que les interese tu pobreza o tus problemáticas, a menos que sea época electoral y se solidaricen con un abrazo y una foto para el face.
Hoy, tenemos una disputa mediática, porque política no es. Encontramos desde ticktokers hasta figuras públicas del deporte, que si bien es cierto están en su legítimo derecho de participar, no son conscientes de lo importante que es ser representante de este sistema democrático, por lo que pronto la política del país podría volverse un talent show o una narconovela.
Sin embargo, en el mismo contexto del ejercicio de la democracia y la ciudadanía tenemos retos aún más grandes. Más allá de ejercer el voto, la ciudadanía consciente tiene un reto histórico: “SEPARAR LA BASURA”. Fuera de lo metafórico que suena en este contexto electoral, esta sencilla acción hoy deja de ser un trending topic de los ecologistas y empieza a ser un tema cotidiano de una sociedad civilizada, es decir, este año, nosotros como guatemaltecos y guatemaltecas tenemos que aprender a separar la basura. Según el “Reglamento para la Gestión integral de Residuos y Desechos sólidos comunes”, aprobado en 2021 y que este año se pone en vigencia, es nuestra responsabilidad y obligación, pero aun más es una NECESIDAD hacerlo.
Hoy, nuestra basura recorre las calles, los ríos, los lagos, atraviesa municipios y departamentos e, incluso, llega hasta otros países. Está de más decir que la frase inicial: la “Basura ha llegado hasta nuestras mentes” no solo es metafórico, sino hasta biológicamente verdad. Separar la basura es una acción cultural para los niños, incluso, es de las primeras acciones que pueden desarrollar en casa, escuela o iglesia, donde aprenderán a decidir. La educación ambiental tiene que ser la norma para este grupo etario tan pequeño. Sin embargo, para otros grupos etarios, más allá de aprender, debemos de desaprender y reconducir nuestras acciones para que este pequeño paraíso terrenal llamado Guatemala esté libre de basura. Que los desechos se puedan clasificar significa iniciar la limpieza de nuestro territorio y que estos residuos provenientes del modelo de consumo se puedan tratar, reciclar y reutilizar.
Si los niños pueden aprender a clasificar orgánico e inorgánico, desechos útiles para reciclar y otros para desechar, por qué los adultos no podemos aprender a discernir, entre por quién votar o quienes verdaderamente pueden representar nuestros intereses, tanto personales como colectivos. Diferenciar entre lo importante y lo urgente es necesario en este contexto. Lo importante es HACER, VISIBILIZAR, tanto los problemas ambientales, separación de desechos como el voto consciente e informado, pero URGENTE y con mayúsculas. Es PARTICIPAR, más allá del acto electoral, hasta que el Legislativo esté lleno de personas que sí nos representen, hasta que el Estado se vea representado en el Ejecutivo y hasta que la ética sea la norma.
Ojo, sin propuesta ambiental no hay futuro para el país. Sanear y limpiar tanto las instituciones del Estado como el propio territorio es un camino largo y escabroso, pero no imposible, ni mucho menos utópico. Para quienes creen que no hay opción, sí la hay, pero está en nosotros que el voto sea uno de los tantos caminos por tomar, que la cotidianidad se convierta en decidir desechar lo malo de nuestro contexto y aprovechar lo bueno del mismo.
En los siguientes días, tendremos que analizar una opción para votar y otra para botar. No hacerlo no es una opción, a menos que lo único que sientas coherente sea delegar la responsabilidad a otros y no asumir la responsabilidad por las decisiones de este país, que es básicamente tirar la basura a la calle y que otro se encargue de recogerla. Entonces, ser coherentes implica asumir la responsabilidad histórica de salir de un letargo de apatía, de lo contrario solo acumularemos más desechos en el Legislativo, Ejecutivo y en las calles.
Por ello, seamos responsables en esta fiesta (no tan alegre) cívica, electoral… Aprendamos a separar los desechos, tomar decisiones construyendo un criterio analítico, que nos permita no vivir entre tanta contaminación, sino en un entorno saludable libre de basura y de malos políticos.