María Gabriela González Bran
gaby.gonzalezb2002@gmail.com
fcccmarcodeaccion@gmail.com
IG: gabbz_gonzalez
Soy estudiante de Relaciones Internacionales. Soy muy soñadora para los realistas y muy realista para los soñadores; pero todos estamos de acuerdo que la defensa de la vida, la libertad y la dignidad humana son clave para poder lograr el cambio que todos queremos para nuestra Guatemala y para nuestro mundo.
No es un secreto que hay muchísimos jóvenes que no están interesados en la política; que solo irán a votar porque es “lo que toca” o porque “sus papás les dicen que lo hagan”. Lastimosamente, existe una juventud ignorante en el tema de elecciones, incluso respecto a lo que es la política guatemalteca. ¿Por qué?
Primero, hay que reconocer que hay una perspectiva negativa de lo que es la política. En lugar de verla como algo que está presente en la vida para brindar herramientas que solucionan y cubren las necesidades que las personas tienen a nivel individual y comunitario, lo ven como un “ente”, digamos, corrupto y creador de problemas, complicando las necesidades de la población.
Segundo, la política en Guatemala, tomando como muestra los últimos tres gobiernos, no ha traído beneficios a corto plazo que podamos notar. Por ejemplo, en el caso de los poquísimos alcaldes de los cuales la gente dice: “sí ha trabajado”, son pocas las actividades comunitarias realizadas, mucho menos las de formación política a jóvenes. A esto, agregaría un cierto conformismo por la falta de resultados notorios, que se proyecta en que sea común oír que toca: “votar por el menos peor” o, simplemente, que: “vamos de mal en peor”.
Por último, a los jóvenes NO se les toma realmente en cuenta: ni en la política en general, ni en los partidos políticos. Respecto al primer punto, aunque haya actividades dirigidas hacia la juventud, son contadas las que son dirigidas POR la misma juventud, es decir, de jóvenes a jóvenes. No son todos, pero muchos no desean oír la experiencia de alguien de otra generación y las repercusiones que esta diferencia tiene. Incluso, pueden llegar a sentirse incomprendidos o limitados en su actuar.
Respecto al segundo punto, los partidos políticos se afanan en obtener el voto de los padres de familia. Sus discursos suelen estar dirigidos a ellos y no a los hijos, como cuando dicen: “nuestros hijos no sufrirán de esto…”, “nos aseguraremos de que nuestros niños reciban aquello…” No está mal, pero los jóvenes pueden decir: “ajá, pero ¿cómo puedo participar activamente? ¿Cómo puedo poner mi grano de arena?”
Los partidos políticos deberían ser uno de los muchos espacios donde los jóvenes pudieran aportar ideas para generar soluciones a problemas que perciben. Obviamente, puede ser una perspectiva totalmente diferente al afiliado promedio, pero, a veces, en la adversidad se encuentran las verdaderas soluciones. Pienso que deben buscar la forma de ser lo suficientemente atractivos como para interesar a los jóvenes, conseguir que se afilien, involucren y participen. Que no sean un adorno en el partido o una estadística más. Dicho sea de paso, según cifras del Tribunal Supremo Electoral [TSE], los jóvenes entre 18 y 25 años son mayoría en el padrón electoral.
Tanto los partidos políticos como las organizaciones deberían preguntarles a los jóvenes qué necesitan, incluso qué quisieran para poder mejorar Guatemala. Tendrían que tomarse la molestia de identificar jóvenes líderes y que quieran construir el cambio, pero que posean cualidades para lograrlo. A estos jóvenes podrían capacitarlos en temas de formación política, temas de incidencia, comunicación asertiva, talleres de liderazgo, habilidades blandas… Aunque no lleguen a ser expertos políticos, sí aprenden lo básico y se forman con valores, la juventud podría lograr grandes cosas. Solo hay que darle a los jóvenes una oportunidad.