Jóvenes por la Transparencia

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Eduardo Aguilar
Coordinador Nacional SFL

Hay ciertos sucesos y hechos que parece hemos olvidado por completo. Y me refiero a los hechos que se relacionan con el mal que lleva a la pérdida de las libertades humanas y que proyecta una nueva edad oscura para todos.

Por eso, este llamado por la memoria se plantea no por la descripción del mal, si no por las condiciones y las causas que resultaron en ese poderoso mal. Lo mínimo que podríamos hacer, para honrar y ser dignos de la memoria de los valientes que legaron un mundo medianamente libre, es tomar lecciones del pasado.

Dentro de ese espectro, los sucesos que las sociedades occidentales del siglo pasado sufrieron propiciando e incentivando la “planificación científica” centralizada por sus gobiernos, se tradujeron en el posicionamiento dictatorial y en el exterminio humano. La parte medular de esta consolidación radicalizada de sus seguidores pasó por el desarrollo de la injerencia política en las juventudes.

Como antecedentes, podemos observar a las juventudes hitlerianas o a los guardias rojos de Mao. Jóvenes prominentes y soñadores que fueron adoctrinados para garantizar las posiciones gubernamentales frente a cualquier acto de resistencia racional de otros jóvenes. Fueron preparados para quemar millones de libros en una noche de cristales rotos o para fusilar a sus padres y maestros en una “revolución cultural”.

En todo caso, un gobierno más cercano a las juventudes, que promueve una suerte de vida planificada por los funcionarios en cada aspecto o que, en otras palabras, aboga por la plena presencia gubernamental en cada aspecto de la vida humana, solo concluye en servidumbre.

Una sociedad así, con jóvenes anestesiados a la espera y dependiendo de las promesas de un gobierno, encarna la mera escasez de innovación o de soñadores, y la anulación de cualquier pensamiento crítico. Los que gobiernan en estas sociedades ven en los ideales juveniles una función instrumental, en la que promover la arrogancia de un plan para cambiar el mundo, sometiendo así todo aquello que por su natural diferencia pretende encarnar soluciones a la medida de sí mismo.

Se traduce en la aberración de cooptar las mentes brillantes de jóvenes líderes. Pervertirles por el deseo de expoliar y asimilar un sistema en el que se desarrolla una creencia en la que el único futuro, es el que es dado por la gracia del partido, el gobierno, o su consolidación en régimen al sacrificio de los que no entienden o acepten la causa revolucionaria. La meta de este secuestro de mentes es convencer a los jóvenes de una supuesta incapacidad para crear, por sí mismos, un mundo de oportunidades con un pleno y absoluto respeto a la vida, la propiedad y la libertad.

En la Guatemala de hoy, el tema gira alrededor de la ConJuve y las Oficinas Municipales de la Juventud, que justifican su carga presupuestaria a través de la continua reproducción de un contenido iliberal basado en la promoción de caracteres extremadamente similares a los desarrollados por los guardias rojos de Mao en el 62.

Consolidando el concepto de empoderamiento como un ideal alcanzable (si seguimos el entendimiento del poder como la capacidad de someter a la voluntad propia a otros, incluso si esto es en contra de su propia voluntad) por medio de guías marxistas culturales sobre la vulnerabilidad y una supuesta extrema necesidad de habilitar la acción positiva (violencia legal del Estado) en pro de alcanzar los objetivos que ellos mismos promueven de forma permanente ante los jóvenes.

De esta forma, podemos entender que los supuestos pedidos de las juventudes, son articulados realmente por los mismos políticos que implantan una agenda y luego se fundamentan en estas supuestas necesidades para solicitar más gasto, más empleos no productivos del sector público y alimentar maquinarias de narrativas permanentes para llenar de expectativas a favor de un gobierno paternalista que, cada vez más, se aproxima a una maquinaria de adoctrinamiento total que a una organización que permita el autosostenimiento digno del ser humano.

Las juventudes no han deseado este camino, pero estará en sus propias manos el recordar para enfrentar este reto, y preservar para sí mismos un futuro en el que aún se pueda creer.

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