Jóvenes por la Transparencia

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Raul del Valle
hrdelvallem@aol.com
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Guatemala es un país de tradiciones, de una cultura rica, plurilingüe, multicultural y plurinacional que ha perdurado en el tiempo a pesar de las adversidades. Una de las tradiciones de antaño que muchas personas recuerdan con cariño es jugar a la lotería, por la elocuencia de quien la canta, y por la emoción que el azar del destino causa en quien la juega. En esta ocasión, en vez de recapitular los hechos recientes que aquejan a nuestro país con una crítica obtusa, aburrida y poco original, acompáñenme al ritmo asonante y consonante del cantar de la lotería a ver más allá de los problemas que hoy nuestro país afronta.

¡Preparen su cartón, el maicillo, frijol o piedritas porque iniciamos!

Creciendo y creciendo se fue hasta el cielo, y como no fue violín, tuvo que ser… ¡El Fraude! Sin melodía para consolar nuestras penas, producto de una corrupción enraizada tan profunda que como frutos de árbol torcido no se distingue si el mal olor proviene de una viciada designación del Fiscal General del Ministerio Público, de una elección fraudulenta del Rector “Magnífico” de la Universidad de San Carlos, o de los perfiles viejos conocidos de posibles candidatos a la próxima elección presidencial.

Empachados y barrigones, comen y comen sin cesar… ¡El Monopolio! Dulce y abundante como las riquezas del pueblo guatemalteco que algunos desalmados se apropian en complicidad con los actores que mantienen al país sometido. Inflando la canasta básica desde tiempos inmemoriales, mal pagando al trabajador, extrayendo nuestros minerales preciosos, contaminando el agua y ahora castigando al pueblo con el precio de la gasolina, estos personajes empresarios parecen no saciarse, no tienen llenadera.

Tuerta de un ojo, pálida y llorando por mal de amores… ¡La Transparencia! Que nos hace tanta falta, la añoramos, y la veneramos cada vez que se manifiesta. De transparencia carecen buena parte de las instituciones públicas, y allí radica no solo la importancia sino la responsabilidad ciudadana de poner en práctica la auditoría social, a todo nivel, en todo territorio, a toda escala, en todo momento, es un derecho, pero sobre todo es un deber.

Simbólica, fantasiosa, idealista y digna de cuento de hadas… ¡La Soberanía! Harta de tanto abuso y descaro, pareciera estar limitada, doblegada y dividida, más no cuentan los poderosos con que está organizada, floreciendo nuevamente, más determinada que nunca a poner un alto a todo lo que atenta contra la dignidad del guatemalteco y guatemalteca. Estudiantes, sociedad civil y pueblos originarios tienen el poder de decisión, la capacidad de manifestarse; y al hacer su voz audible, consolidar logros con vistas a un futuro mejor para las generaciones venideras.

Galante y poderoso caballero es Don Dinero… ¡El Corrupto! Categoría muy amplia, a veces generalizada, encasilla diversidad de perfiles, desde el que por monedas ofrece servicios de oscuras intenciones, hasta el que por poder y arcoíris de billetes menoscaba la dignidad, violenta los derechos humanos y propicia que el sistema sea un constante Estado fallido, por supuesto, a su beneficio y de sus cómplices.

De cuello blanco o de cuello negro, de mano larga o de mano corta, al final a todos se les dice… ¡El Criminal! Resultado del ejercicio del personaje anterior, sin hacer distinción si es el delincuente común que asalta en el tráfico, que despoja de sus pertenencias a un inocente civil, o que le roba los sueños y el desarrollo a una nación, todos los criminales vienen de la misma cepa. Deben ser juzgados con la misma gravedad y pagar sus crímenes resarciendo a la sociedad por el resto de sus días, compartiendo como hermanos las artes de dudosa procedencia.

Piedra, puñal o pistola, que por la espalda coquetea… ¡La Traición! Hábito reciente y recurrente del Consejo Superior Universitario, de las comisiones de postulación y de los organismos del Estado. Esta deja heridas al pueblo que más que doblegar de dolor, son parte del fundamento para que el clamor popular consolide una real ciudadanía unida, que les va a exigir, que los va a presionar y que los va a obligar a enmendar su curso. Ustedes deciden cómo quieren acatar lo que la soberanía les pide.

Palabrota añeja, que su ausencia nos aqueja y nos baila desde lejos sin parar… ¡La Democracia! De un himno la vulgaridad solía ser patria, que ni liberales ni conservadores saben pronunciar, nos hacen creer que la vivimos, aunque la realidad otros resultados nos suele dar. Hay que recordar que, aunque de origen griego, la democracia es parte nuestra, es nuestro sistema y nuestra oportunidad. Lo importante es hacerla valer más allá de la tradición de cada cuatro años, ejercerla día a día hasta que sea un hecho.

Cuesta mucho ganarla y es muy fácil perderla, digna de pocos, aunque predicada por muchos… ¡La Confianza! Un voto suele ser dado por confianza y deslegitimado por acciones, por eso es tan importante priorizar la confianza en uno mismo. Una gran profesional de la psicología dijo que hay que darnos permiso para cometer errores, al final somos humanos, del polvo venimos y al polvo vamos, en esta vida un instante duramos. La ciudadanía debe confiar en sí misma, desde lo individual la confianza con certeza se contagia a lo colectivo.

Probablemente no ganamos con esta lotería, algunos estaban cerca, otros tan lejos, y seguro que su servidor no ha sido el mejor cantor, pero por favor estimado lector y lectora, no dejemos el futuro de nuestro país en manos del azar y la incertidumbre.

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