José Daniel González*
“Entre un gobierno corrupto y un pueblo que lo consiente hay cierta complicidad vergonzosa” Recientemente la frase de Víctor Hugo, autor del drama Los Miserables, ha estado llenando mis pensamientos. Y es que, en las últimas semanas, entre estados de emergencia, supuestas compras de votos en el Legislativo y sobornos en formas de alfombras en Casa Presidencial no he podido evitar preguntarme: ¿Por qué?
Entre tantas instituciones que hay en el Estado de Guatemala, ¿cómo es posible que las pocas que funcionan no puedan tener autoridad suficiente para hacer algo respecto a la corrupción e impunidad? Claro, porque son los diputados y el presidente quienes tienen poderes reales, de crear o modificar leyes e instituciones. Sin embargo, algunos de los últimos mencionados parecen estar más ocupados con manipular a Guatemala que se olvidan de gobernarla.
Por lo que mi búsqueda por encontrar la causa de tanta suciedad en tan bello país se llenó con más y más persistencia. Es posible que algunos actores políticos veteranos, conocidos por su irrespeto por la burocracia, democracia y todo tipo de autoridad sean los culpables de que el sistema organizado en un principio para la protección del bien común se haya prostituido a una bóveda dispuesta a venderse al mejor postor. O puede ser que sean fuerzas afuera del gobierno quienes muevan las piezas como un juego de ajedrez con vidas humanas en lugar de piezas. Del mismo modo, todos saben que muchos peones deben caer con tal de salvar al rey, ¿no es cierto?
De cualquier manera, vi con tristeza como durante toda la semana el Congreso de la República no pudo organizarse para conocer un estado de emergencia por motivaciones políticas y posiblemente corruptas. No es posible que haya sido necesaria una sentencia con amenaza de repercusiones civiles y administrativas, para que por primera vez desde el 14 de enero de 2020 las bancas del Congreso hayan sido ocupadas. E incluso así, el oficialismo pretendió vender un decreto gubernativo con hedor a corrupción bajo el pretexto de querer parar los contagios por la pandemia. La buena fe quedó olvidada en las urnas de votación el día que nosotros le dimos poder a todos los que ostentan un cargo político para ser nuestros representantes en los asuntos que afectarán a la ciudadanía.
Por lo que, aunque no encontré el origen del basurero político en que se ha convertido el gobierno por ciertos actores inescrupulosos que buscan llenar su boca a costa del alimento de otros, sí tuve una epifanía al mismo tiempo deprimente como motivadora. Somos nosotros, tú y yo, ciudadanos guatemaltecos, los responsables de que nuestros representantes sean quiénes son. Cada 4 años tenemos la oportunidad directa de escoger nuestro gobierno tanto municipal, regional como central. La estructura del Estado puede cambiar de raíz solo con que la opinión acerca de un tema o un político cambie de la noche a la mañana.
Del mismo modo, mientras no haya elecciones directas, cada uno de nosotros tenemos la responsabilidad de velar porque nuestros representantes sean eso, un megáfono político que resuene nuestros intereses y siempre estén atentos a sus votantes. No hay que echarles la culpa a otras personas o al sistema, nosotros tenemos la capacidad de supervisar y en dado caso, reprochar, las acciones de los funcionarios públicos y de proponer un cambio. Que el pueblo entero sabe es necesario.
A todos los que digan que un voto no cambia nada, quiero recordarles la última sesión del Congreso en donde fueron 4 votos los decisivos para proseguir con un procedimiento que daría vida a la no aprobación del Estado de Calamidad Pública. 4 consciencias que malograron las metas secretas del Organismo Ejecutivo para aprobar compras por excepción sin tener que rendir cuentas ni seguir un proceso que garantiza la transparencia del paradero de los fondos públicos.
Estos 4 votos pudieron haber venido de bancadas en el Congreso con 2 o 3 diputados que no se venden a los intereses de impunidad y corrupción, que consiguieron en las votaciones generales menos del 5% de todos los votos contados. Por lo que esta diferencia no fue más que una representación de que la voz de 1 ciudadano puede hacer la diferencia cuando sus representantes sí están pensando en el interés nacional y no solamente en el pasional y personal.
Por esto mismo, es que esta aclaración mental me motiva. Pues un voto, mi voto, tu voto y nuestra voz puede ser el último empujón que necesite esa pared que sostiene el sistema de impunidad en el Estado. 1 voz es lo mismo que 1 cambio. De todos modos, si nos unimos 17 millones de voces, ¿no será suficiente para cambiar a Guatemala? No consintamos la corrupción, controlemos nuestras instituciones, pues solamente las prestamos a nuestros representantes.
*Aficionado a la política, ciudadano a tiempo completo, miembro del FCCC.