Para quienes navegan en las aguas de la corrupción, el Ministerio de Comunicaciones, Infraestructura y Vivienda (CIV) es como un río rápido para “rafting” y para quien quiera tomar las riendas de la cartera sin las formas de corrupción, se vuelve un alfaque del que se torna casi imposible salir.
En los gobiernos pasados, esa cartera se volvía una de las joyas de la corona porque quienes lo querían sabían que recibían coimas por llegar a pagar deuda de arrastre, por asignar proyectos millonarios, sobrevalorados y cuya calidad iba a ser escasa. La ejecución debía ser rápida porque de esa manera empezaban a fluir los mares de dinero con una Contraloría que estaba en la jugada y un Ministerio Público (MP) cómplice.
Los procesos salían cómo fuera porque lo que se necesitaba era asignar para mover el dinero, sin importar calidad o necesidad de obra.
Se daba la sensación que algo se hacía, lo suficiente para que la gente estuviera “tranquila”, pero los descaros llegaron a tanto en el sentido que todo era negocio que los hoyos en la ruta al pacífico y Villa Nueva evidenciaban que las cosas se había salido de control en la era de Javier Gramajo, fiel sirviente de Alejandro Giammattei y Miguel Martínez.
No debemos olvidar que José Luis Benito estuvo cerca de la campaña de Giammattei y pedía a cambio que le dieran unos “meses más” en el CIV para terminar de ajustar lo necesario en contratos y obras. Esto le debería ejemplificar lo que ha significado por décadas este ministerio.
Ganó el Gobierno de Semilla y esa cartera fue una de las últimas en designarse porque mucha gente no quería, ni quiere, asumir el reto de llegar a enfrentar un monstruo de 100 mil cabezas que han podrido en todas sus unidades ejecutoras, direcciones y más.
Hay bastantes funcionarios que dan la milla extra para ir limpiando lo que van encontrando y se dan cuenta que ni les alcanzan las horas del día ni resulta suficiente la voluntad y el compromiso porque gaveta que abren saltan sapos y culebras del pasado y aún así siguen dando la batalla.
Y es que las dos cabezas que ha tenido el ministerio en este año no dimensionaron que primero la gente debía conocer las entrañas de la podredumbre y que el reto estaba en malabarear el día a día trabajando en paralelo las reformas necesarias para lograr darle la vuelta a la triste realidad que nos aqueja, principalmente en el tema de infraestructura.
Pero no me refiero en comunicar cada vez que la prensa preguntaba, sino en diseñar una estrategia que obligara al ciudadano a saber la realidad y la verdad de las cosas.
La gente debe entender que nuestras leyes actuales están diseñadas para que funcione la corrupción y que se vuelve necesario hacer reformas que permitan adjudicar más rápido y con más transparencia e incluso abrir el camino para que en algunos casos las alianzas público privadas se puedan materializar de manera más efectiva.
Algunos grupos están más preocupados en ocupar espacios de poder en el CIV y en otros ministerios del gobierno de Bernardo Arévalo y eso ha provocado que abandonen el mandato del elector que buscó en este Presidente una vía reformista que pudiera empezar a sentar las bases para una nueva y mejor Guatemala.
Algunos en el CIV están más enfocados en buscar pleitos estériles y en dar prioridad a proyectos que ahora no son vitales, cuando estamos viendo que es un calvario para el trabajador, para el turista y para el comercio, la red vial del país y la realidad de los puertos.
El aeropuerto lo dejaron en trapos y aún y cuando es mucho lo que falta, cada día vamos viendo avances.
No es responsabilidad de nadie de este Gobierno el desmadre de corrupción que crearon en Comunicaciones, pero sí es responsabilidad de estas autoridades hacer lo necesario por enderezar el rumbo. Y es obligación de todos, en especial aquellos que tienen más influencia, de trabajar en lo necesario para lograr el objetivo. Estoy seguro que si el Presidente convoca la gente responde.
El ciudadano está harto y es el momento de trabajar en que existan mecanismos legales para poder mantener más rápido y mejor la red vial del país, tener mecanismos para asegurar que al menos, las carreteras nacionales, nos ofrecerán transitar de manera continúa sin tener que rezar para que no haya un socavón, un derrumbe o la desalineación de un puente que lo complique todo. Urge dar luces de esperanza en el tema de los puertos.
En los tres aspectos hay mafias bien orquestadas que no desean que nada cambie porque ellos sí han hecho, hacen y quieren seguir haciendo su agosto en este caos de infraestructura.
Las presiones por resolver han llegado a tan nivel que los miembros del Congreso no pueden voltear la vista al problema y a las potenciales soluciones, aunque ello signifique que los contratos que se ganen algunos de ellos vía terceras personas y/o sociedades los deban ejecutar de manera transparente y cabal.
Es necesario que el Gobierno, especialmente el Presidente Bernardo Arévalo, haga de esto una prioridad que obligue a convocar a los distintos sectores, trazar una ruta y convertir este asunto en el primer gran punto de un acuerdo nacional para reencauzar Guatemala en la ruta que muchos electores demandaron el año pasado en las urnas.
Este acuerdo tendría muchas aristas futuras para la buena ruta del país.
Debemos dejar por un lado las afanes de protagonismo y control sin dar la cara de algunos para dar paso a la seriedad y madurez que nos demanda el país, la gente, la economía y las inversiones para potenciar las oportunidades.