Creo que todos los países, incluyendo Guatemala, son soberanos y deben hacer valer esa soberanía.
Aclarado lo anterior, debemos entender que un país que manda a millones de sus ciudadanos a Estados Unidos a trabajar y que tiene un Gobierno al que Taiwán le paga su lobby en Estados Unidos, relega parte de su soberanía nos guste o no.
Si somos un país que no compró muchas vacuas para el COVID pero el Gobierno extendió bien la mano para recibir las que donó Estados Unidos y otros países, hablar de soberanía como que no cuadra.
Si buena parte de los miles de millones de quetzales que se aprueban en el presupuesto, quedan en las manos de unos pocos en detrimento de la mayoría, vemos que la soberanía del país no radica en el pueblo como reza la definición.
La Constitución establece:
“Artículo 141.- Soberanía. La soberanía radica en el pueblo quien la delega, para su ejercicio, en los Organismos Legislativo, Ejecutivo y Judicial. La subordinación entre los mismos, es prohibida”.
Si además hemos relegado buena parte de nuestro territorio (el ex Ministro de Gobernación lo sabe) a las mafias del crimen organizado que tienen más poder real que las mismas instituciones de seguridad, entendemos que llenarse la boca con el tema de la soberanía es como cuando los políticos dicen “Bendiciones” y meten a Dios hasta en la sopa o el cereal que se comen en las mañanas.
Hace unos meses dije que esta campaña iba a ser la más populista de la historia, pero nunca imaginé que los participantes iban a pensar que tenemos memoria tan corta.
El rol de Enrique Degenhart en el tema del tercer país seguro ha sido validado por diversas fuentes y el periodista Jonathan Blitzer lo tiene bien documentado.
Dice Degenhart que ojalá él tuviera tanto músculo para lograr que el Gobierno más poderoso del mundo haga lo que él quiera.
Nadie está creyendo que él tuvo poder, solo se está matizando que Donald Trump ya había tomado una decisión y él solo fue un instrumento para que los deseos del presidente estadounidense se cumplieran. Esto es importante para usted, dijo el exministro, entonces amenácenos y eso es en dos platos lo que hizo el hoy aspirante a diputado.
Pero si alguien hace eso, no es ser poderoso, es haber relegado parte de la soberanía y por eso es que ahora es un sinsentido que el mismo Degenhart quiera usar la soberanía como uno de los caballitos de su campaña.
La foto de esa reunión no miente en torno a los participantes y si uno revisa los tiempos, al “threaten us” le siguió el tweet de Trump amenazando al país y luego la visita de Dina Ochoa a Washington, que forzó a la Corte de Constitucionalidad (CC) del momento a “enderezar el rumbo”.
Eso es parte del pasado del país y nos debemos centrar en el presente para construir futuro, pero que ahora el candidato a diputado venga a hablar de soberanía es como cuando algunos hablan de la familia tradicional pero su día a día no lo viven tan tradicional que digamos, pero usan ese discurso para sostener un sistema que han venido ordeñando como nadie lo ha hecho en la historia del país.