Pedro Pablo Marroquín Pérez
pmarroquin@lahora.gt
@ppmp82
Guatemala está en año electoral y ya hay miles de candidatos inscritos y faltan otros miles por lograr ser registrados para estar en las diferentes papeletas que habrá: Presidente, diputados (Congreso y Parlacen) y alcaldes.
Pero cuando vemos con detenimiento, la cantidad no se traduce en calidad y eso tiene una respuesta en la desvalorización que se ha hecho de la política. Los simplistas dicen que la sociedad ha hecho del quehacer político un chiste, pero la realidad es otra.
Han sido quienes incursionan en política los que han matado el oficio, porque la inmensa mayoría (salvo algunas raras excepciones) se meten pensando en las avenidas rápidas que pueden tener para hacer dinero, acceder al poder y aumentar sus influencias.
Uno de los más grandes operadores del sistema en los últimos 15 años llegó a La Hora con el pelo parado porque expresó que esto, hasta para sus estándares, se salió de las manos y ahora hay otros aventajados a los que todavía no les ha caído el peso de la ley y siguen actuando con la plena tranquilidad que da saber que para el Ministerio Público (MP) hay corrupción que todavía no está en el radar.
Pero esos operadores del sistema necesitan de políticos que se presten a todo y por eso es que la mayoría de quienes incursionan en el mar político tienen poca calidad y muchos no tienen problema para trabajar o coquetear con las diferentes facciones del crimen organizado que necesitan tanto la corrupción y la impunidad para hacer de las suyas.
Si a la poca calidad le sumamos que el Tribunal Supremo Electoral (TSE) y las cortes no tienen criterios unificados para aplicar la ley, nos damos cuenta que las porosidades con las que arranca el proceso electoral son serias.
Ya estamos en aguas poco mansas pero todavía todo se puede poner peor y por eso es que necesitamos articular algo para acompañar el proceso, pero más importante que eso, que sea el punto de partida para los cambios que debemos impulsar en el 2024 para que en el 2027 las elecciones de lleven a cabo con mejores reglas, con parámetros claros y con mejor calidad de gente.
Tras lo que pasó en el 2019 no hubo un partido, ni uno solo que se enfocó en provocar un debate y proponer salidas para que el proceso de este año fuera mejor y ahora se vienen a rasgar las vestiduras, sin reconocer que cuando pudieron no hicieron nada por mejorar el sistema.
Por eso es que el 2024 debe ser distinto y este año, además de asegurar que la ya golpeada democracia no termine de caer al precipicio, necesitamos sentar las bases para lo que deseamos en los próximos 4, 8 u 12 años en temas electorales.
Los políticos cerrarán filas para preservar las reglas de un sistema que les funciona como la gallina de los huevos de oro, pero los ciudadanos debemos ser lo suficientemente hábiles y estratégicos para trabajar de la mano y lograr consensos en temas clave.
Necesitamos que por primera vez en la historia se unan los sectores que no han logrado trabajar de la mano, para que, alejados de los radicalismos de ambos lados, podamos usar la cabeza y la razón para hacer cosas sensatas que nos permitan tener resultados diferentes.
Cuando mire la papeleta y vea que no tiene muchas opciones de calidad por quién votar, piense que estará en nuestras manos cambiar esa realidad para el 2027. Hacer ajustes provocará que más gente capaz y honrada se anime a participar en política, sabiendo que aún y con algunos cambios nos seguirán faltando tareas para revalorizar la política y la función pública en general.