Pedro Pablo Marroquín

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Esposo, papá, abogado y periodista. ¡Si usted siempre ha querido un mejor país, este es su momento de actuar!

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Los medios y periodistas responsables deben buscar la información, entre otras, directamente de las fuentes. Este Gobierno se ha quejado de los chismes, actitud que nosotros compartimos, pero entonces no puede haber queja porque se hagan las consultas respectivas.

Dejando ese principio claro, se vuelve indispensable hacer las preguntas en este caso relacionado a la salud del presidente Alejandro Giammattei por varias razones que aquí abordo:

Primero, la salud de un Presidente nunca ha sido, es, ni será un asunto privado. Si Giammattei no quería estar en el ojo público nunca debió meterse a política (más bien vivir de ella porque durante años solo era candidato sin que se le conociera otro trabajo o empresa) y distinto sería que uno esté pidiendo acceso a los estudios o informes médicos, extremos que quizá sí pueden caer en la limitada esfera privada de un mandatario.

Como le dije a Miguel Martínez la última vez que me reclamó una publicación, si no querían estar bajo el escrutinio público no se hubieran metido a política y no hubiera asumido la posición que él eligió.

Segundo, solo fue tras una publicación de un tuit de Con Criterio que el Gobierno accedió a aceptar que el Presidente había sido sometido a un tratamiento médico, pero se limitaron a hablar de una úlcera.

Tercero, por mucho que quieran guardar esto como un secreto de Estado, las personas que lo han visto llegar a los diferentes centros hablan y no han abordado solo el tema de una úlcera. Y por eso es que es necesario que sea el Gobierno el que exprese la verdad de las cosas. El mandatario pasó de estar muy delgado (lo atribuyeron a una dieta) a volver a tener sobrepeso en muy poco tiempo.

Al Gobierno le preocupan tres cosas:

Que si hablan del tema, el poder que han acumulado en todas las instituciones pueda verse comprometido porque les aterra que alguien diga “yo por Giammattei ya no me la juego”. Hay “aliados del Presidente” que se expresan de una manera de él, pero de otra manera del Jefe de Jefes al que no le confían igual que a Giammattei.

Que si aceptan algo de la salud y algo llegara a pasar, la Constitución es clara de cómo se daría una transición en el poder y no es secreto que entre los personajes a los que Giammattei se las tiene “jurada” está el vicepresidente Guillermo Castillo y el solo hecho de pensar que él podría asumir el poder es una idea que al Gobierno le repugna.

Y por último, Giammattei no se quiere ver en el espejo de Juan Orlando Hernández. Él tiene inmunidad y, al igual que en Honduras, si lo fueran a reclamar no lo harán hasta que deje la presidencia, pero les preocupa el rol de Miguel Martínez. Estados Unidos, como media Guatemala, sabe el papel que ha jugado quien fuera el jefe del Centro de Gobierno y le preocupa que algo de la enfermedad deje a Martínez en desamparo.

He dicho y lo reitero, creo que Giammattei ha sido muy importante para la consolidación de un sistema de corrupción e impunidad, pero no le deseo mal porque hacerlo me quitaría mi solvencia moral para educar a mis hijos en la manera en la que deseo hacerlo.

Ratificado, de nuevo, lo anterior insisto en que preguntar o hablar de la salud del mandatario no es un acto de bajeza ni deleznable como lo quiere hacer ver el Gobierno.

Se quejan de los chismes pero también se quejan que se pregunte, que se aborde el tema de forma responsable. ¿Entonces?

¿Quieren ciudadanos y medios mudos que solo hablen de lo que ellos quieren? Esa es la Nicaragua de Daniel Ortega y Murillo.

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