Pedro Pablo Marroquín Pérez
pmarroquin@lahora.gt
@ppmp82
En días recientes se viralizaron unas palabras del pastor Cash Luna y al verlas me surgió la misma duda que he tenido en otros casos con personas que tienen una voz que es escuchada.
Guste o no, esté uno en acuerdo o desacuerdo con Luna, el pastor tiene millones de seguidores y personas que participan en sus servicios de fin de semana y por lo tanto, tiene la influencia suficiente para que su voz termine siendo tomada en cuenta.
Más allá de la parte que se viralizó, yo me pregunto si en realidad ¿alguien como Cash Luna está de acuerdo con la manera en que están funcionado las cosas en el país?
¿Considera el pastor que las instituciones están cumpliendo su labor como se debe? ¿Está funcionando el Estado de Derecho de una manera correcta de acuerdo a lo que algunos llaman los planes de Dios?
¿Tanta robo y mala utilización que se hacen de los recursos públicos será algo con lo que se agrada a Dios?
¿Sentirá Cash Luna que como el Ministerio Público (MP) da Consuelo a muchos y hace Porras a otros, los actos contrarios a la ley solo los cometen aquellos agentes de la Policía Nacional Civil (PNC) que acompañan a los ciudadanos a los cajeros para pagar la mordida?
Tengo algunos amigos que conocen al “Pastor Cash” como se refieren a él y me han comentado que el religioso se “vio obligado” a apoyar los esfuerzos del gobierno anterior para vivir en paz. Hay quienes expresan que el reportaje de Univisión por el que Luna accionó legalmente le afectó bastante, pero más allá de lo que pudo haber motivado al pastor en el pasado, es ¿qué lo mueve en el presente y qué desea del futuro?
Quienes creen que no hay problema mientras sean otros los que se vean afectados en este proceso de consolidación de una dictadura que busca asegurar negocios, corrupción e impunidad para los del círculo de confianza, están cometiendo un grave error porque se le está dando alas a un sistema que luego operará en su contra.
A partir de enero veremos cosas nunca antes vistas en el plano electoral (y eso que somos un país de fraudes en la época de los gobiernos militares y de “apagones” en la era democrática) y el silencio no podrá ser una opción si es que algo se desea de Guatemala.
Los de turno que se quieren quedar una década más, apuestan a que los “aliados de hoy” no dirán ni pío para asegurar que sus colas no sean machucadas o sus preocupaciones no sean exacerbadas, pero cualquier persona de fe sabe que hacer las cosas bien, luchar por lo correcto es algo intrínseco para quienes viven la fe de verdad y por eso es que guardar silencio ante lo que pasa quizá es una opción que revive el debate del divorcio entre fe y vida, como bien dijo San Juan Pablo II.
Si quien tiene una voz escuchada en este país la usa “selectivamente”, se corre el riesgo de terminar avalando o fortaleciendo un sistema que a los hijos de Dios se las pone a palitos porque los recursos, solo por citar un ejemplo, no llegan a la gente que más necesita y que son la base de la religión y la fe.
Dios quiere mártires, no babosos decía mi bisabuelo y no se pretende que los que tienen una voz se cuelguen un blanco en el pecho, pero si se demanda que aquellos que dicen querer algo mejor para sus feligreses tomen acción decidida, coherente, integral y transparente para cambiar un sistema que complica a los honrados y le hace a los mañosos sentir que tienen más Consuelo y Porras cuando las cosas no las hacen de cara a Dios.