Pedro Pablo Marroquín Pérez
pmarroquin@lahora.gt
@ppmp82
Es una realidad generalizada que el costo de la vida en el mundo aumenta y el reto se vuelve en cómo seguir generando oportunidades que permitan a las personas empoderarse, acciones que nos ayuden a cerrar brechas y que tengamos crecimientos integrales.
Los Gobiernos, ante esta realidad, se ven en la necesidad de maniobrar con el afán de tomar las mejores decisiones que permitan a los ciudadanos seguirse desarrollando y en el caso de los sectores más vulnerables, se vuelven necesarias ciertas medidas que deberían buscar apoyos para transicionar a situaciones que busquen sostenibilidad.
En países de tercer mundo, situaciones como el incremento en el costo de la vida se mezcla con la realidad de millones de habitantes que no se educaron, que no gozan de buena salud, que no tienen mucha aspiración dentro de su mismo país y eso hace el reto mucho más complejo porque atender las causas estructurales toma años y los gobiernos nunca se inclinan por esas soluciones integrales.
En muchos países se adoptan medidas para atender a los vulnerables, pero muchos de esos programas terminan más enfocados en cómo hacen el negocio que en cómo impactan a la gente y por eso las efectividades de los mismos no siempre son las deseadas.
Y el punto en el que me quiero centrar hoy es que el guatemalteco tiene dos amenazas: el costo de la vida junto con los impactos que hay a nivel global que encarecen muchas cosas y el costo que nos representa ser gobernado por un grupo de personas que se están forrando de dinero y ahora empiezan a pensar cómo se quedarán 4 años más.
El costo que implica para los ciudadanos el no funcionamiento de las instituciones es altísimo. Muchas veces perdemos tiempo en cosas que no deberían ocuparnos y/o terminamos haciendo cosas que no se tenían presupuestadas porque las cosas no funcionan como se debe.
El hecho que un ciudadano deba cambiar su llanta porque la reventó en una carretera en mal estado, cuando sabemos que hay danza de millones en la infraestructura que no se ejecuta como se debe porque se privilegia el negocio, es solo uno de los cientos de ejemplos de los impactos que tiene en la sociedad el que no funcionen las cosas, extremo que se suma a costos de vida que no dependen solo de situaciones locales como la gasolina.
Hay factores externos de la economía y de la globalización que no podemos controlar, pero sí podemos incidir para que en Guatemala las cosas empiecen a tomar un rumbo distinto y creo que ese es ahora el principal reto que tenemos todos aquellos que deseamos un país en mejores rutas.
Los que hoy Gobiernan ya nos tomaron la medida y por eso se lanzan con todo calculando que el guatemalteco aguantará no solo el costo de la vida, sino lo que es vivir sabiendo que las instituciones serán aún más controladas aspirando a que puedan gozar del dinero de la gente en pleno Consuelo y con Porras de la afición.
Si no hay capacidad y voluntad de incidir como se necesita en estos tiempos de apremio, el costo de la vida para el guatemalteco será peor porque harán cosas que nos aislarán de socios comerciales y los costos se dispararán. Ojalá exista la cantidad de ciudadanos dispuestos a aportar, proponer y articular para enderezar el rumbo.