Pedro Pablo Marroquín

pmarroquin@lahora.gt

Esposo, papá, abogado y periodista. ¡Si usted siempre ha querido un mejor país, este es su momento de actuar!

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Pedro Pablo Marroquín Pérez
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@ppmp82

Hoy publicamos un reportaje de Jeanelly Vásquez en el que se hace un buen repaso de los números (pocos) que hay en relación a la educación en el país. En el 2021 hubo menos inscritos que en el 2020 y más deserciones.

Claro está que analizar los escasos datos que da el Ministerio de Educación (que nadie garantiza que sean los reales porque somos un país carente de data confiable) requiere de integralidad, pero lo que es cierto es que para 186 mil jóvenes el futuro se pone cuesta arriba porque una de las mejores herramientas en la vida es la educación.

Si algún día esperamos dar saltos de calidad en la atracción de inversiones, necesitamos más gente –no menos– en las aulas del país. Al menos 13 mil alumnos dejaron los centros educativos privados para pasarse a los establecimientos públicos en lo que se considera un efecto directo de la pandemia.

O familias que ya no pudieron seguir pagando un establecimiento privado o colegios que tuvieron que cerrar porque la pandemia les dio en la nuca, pero la realidad es que deberíamos ser un país que estuviera teniendo enorme capacidad de llevar a los jóvenes a las aulas porque están llamados a ser la generación que termine de transformar este país.

Hoy que este Gobierno controla todo y eso les permite gastar para alimentar y servirse de la fiesta de la corrupción, si usaran parte de lo que se han y se van a robar para la educación de los nuestros sin duda que otro gallo cantaría porque hasta podríamos estar subsidiando la educación para millones o dando acceso a crédito estudiantil para que las aulas se repleten con la condición de que estudien, se superen, trabajen y puedan repagar en condiciones favorables.

Cuando uno tiene la oportunidad de ver el impacto que en sus hijos genera el hecho de que se tenga acceso a las aulas de manera regular, se dimensiona el gran pecado que es que, como país, ninguna autoridad tome cartas en el asunto.

No cerrar el chorro de la corrupción para destinar parte de esos fondos en la educación de los nuestros, es un crimen de lesa humanidad.

Nuestra gente es trabajadora aun y cuando no todos desarrollaron capacidades o no las pudieron perfeccionar en aulas del país. Y por eso es que duele tanto saber que le estamos privando oportunidades a gente que solo pide un chance en la vida.

No piden tratos especiales, no piden nada regalado, solo desean una oportunidad para desarrollar sus talentos, ponerlos en práctica, ayudar a sus familias, desarrollarse, aspirar a más, a tener una familia, un medio de vida honrado y así aportar a un país al que tanto quieren, aunque a veces nuestra querida Guatemala duela tanto.

Piense por un segundo qué fuera si nuestros hijos no pudieran ir a educarse porque no hay con qué, porque necesitamos sus manos trabajando para lograr comer… Esa es la realidad de miles y la ha sido para millones.

Por eso es que los que tenemos oportunidades, más si son bien ganadas, tenemos que dar la milla extra para lograr articular con el afán de cambiar para bien esta realidad que es un lastre para el honrado, para el que se quiere superar y para el que sueña con irse porque aquí no encuentra por lo que tanto lucha.

Demos la mejor arma a nuestros jóvenes: la educación. Hoy, como sociedad, como país, estamos en deuda con miles porque somos incapaces de articularnos para demandar más de los políticos que usan el pisto para saciarse.

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