Pedro Pablo Marroquín Pérez
pmarroquin@lahora.gt
@ppmp82
En las sociedades todos los seres humanos tenemos el mismo grado de importancia. Dicho eso, hay quienes tienen mayor capacidad de incidir en las grandes decisiones del país que marcan el rumbo de la nación y ahí sí no todos tienen el mismo peso.
“El mundo es de los organizados” nos decía un profesor de INCAE que ahora guarda prisión en Nicaragua, Arturo Cruz y hay que entender que los grupos que mejor han desarrollado esa capacidad tienen mejores chances de incidir.
Así es como usted se explica que cámaras, sindicatos y ahora hasta los ex militares tengan mayor incidencia en un sistema al que las maniobras de los organizados lo puedan poner en jaque. Le enseña también que si estos grupos quisieran incidir para que el sistema cambie, mejore y nos dé mejores rutas de país, podrían lograrlo.
Traigo todo esto a colación porque considero que en Guatemala estamos repitiendo el mismo error que nuestros hermanos nicaragüenses, es decir, se pactó con quienes no se debía para “mantener estable un sistema” pero la apuesta nos saldrá demasiado cara porque Alejandro Giammattei, como lo fue Daniel Ortega, no es de “lealtades”.
A los grupos empresariales en el país los ponen en una encrucijada diciendo que si no cierran filas, la izquierda tomará el poder y va por todo. La “izquierda radical” propone el Estado Plurinacional y la nacionalización de servicios que no son la respuesta porque a los indígenas de este país los debemos empoderar con oportunidades que implican de por sí un reconocimiento y debemos darles más y mejores servicios pero usando al Estado como un buen árbitro y que sean los privados los que presten los mismos.
La “izquierda” que no propone eso y que tiene representación en el Congreso, queda atrapada en la coyuntura y no mueven un dedo para proponer cosas de fondo. Se queda en formas poco productivas para resolver las grandes carencias.
Y la derecha que se expresa, radical o moderada, demuestra con sus actos que lo que desean es fortalecer un sistema perverso. Muchos de ellos lo hacen para seguir teniendo control, privilegios y negocios pero buscan dormir en paz diciendo que lo hacen para evitar que la izquierda llegue.
Entonces, hay mucha gente de izquierda o de derecha, que no es radical y que sí quiere cambios pero que ahora está callada por las bullas de los otros y eso ha sido un enorme problema. Por eso insisto que estamos repitiendo el error en Nicaragua porque, sea por la razón que sea, hay un pacto de algunos con Giammattei para fortalecer el sistema que implica darle a él y su Centro de Gobierno todo el control que demanden para lograr lo que han trazado como objetivos. Callar ante eso tendrá repercusiones para todos tal y como pasó en Nicaragua.
Se entiende como: “Si no quieren problemas, déjenme a mí controlar la nave, asegurar el control de las instituciones y si la Corte de Constitucionalidad (CC) decide todo, yo doy las directrices a los magistrados (vía Leyla Lemus) para que se les resuelva como quieren”.
Se quiere controlar la justicia, no reformarla; se quiere mantener el sistema de contrataciones y adjudicaciones en lugar de cambiarlo, mejorarlo y trasparentarlo; se busca asegurar que el MP quede en manos “amigas” en lugar de hacerlo más independiente para que todos debamos transitar por el camino de la ley y así un largo etcétera.
Quienes tienen una voz en este momento, de izquierda o de derecha, poco hacen para lograr reformar el sistema y mientras eso no se entienda y reconozca, seguiremos igual con responsabilidades compartidas.
No es de salir a pelear ni solo a poner dedos. Es de asumir responsabilidad porque todos tenemos cuota de responsabilidad, pero por encima de todo, se trata de proponer y forzar los debates de fondo si en realidad queremos transformar Guatemala, para todos, sin importar si se identifican con la izquierda o la derecha.