Pedro Pablo Marroquín

pmarroquin@lahora.gt

Esposo, papá, abogado y periodista. ¡Si usted siempre ha querido un mejor país, este es su momento de actuar!

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Pedro Pablo Marroquín Pérez
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@ppmp82

El día de ayer publicamos un trabajo respecto a la realidad de Nicaragua. “Del hay que invertir en Nicaragua”, al deterioro económico por el manoseo institucional y lo invito a leerlo porque no solo lo empoderará con información valiosa sino que nos debe hacer entender las situaciones que llevaron a los nicaragüenses a lo que viven hoy.

En Guatemala no tenemos un solo rostro como allá tienen a la dupla Ortega – Murillo y eso hace que las cosas sean más complejas, pero quienes controlan el sistema y sus aliados particulares actúan, hablan y planean igual que la dupla autoritaria.

“A partir de las protestas de 2018, Nicaragua ha permanecido bajo el velo de una inestabilidad sociopolítica que ha deteriorado las condiciones e indicadores económicos, como la caída de la actividad económica, inflación, fuga de capitales y retiro de la inversión extranjera, entre otros. Esto lastra aún más la calidad de vida de los más de 6.6 millones de nicaragüenses, de los cuales el 10.46% migran de forma irregular hacia Estados Unidos (44%) y Costa Rica (43%) en búsqueda de mejores oportunidades laborales.

De acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI), Nicaragua es el tercer país más pobre de América según su Producto Interno Bruto (PIB) per cápita, por debajo de Venezuela y Haití. Entre los años 2018 y 2020 la economía nicaragüense medida por el PIB Real se contrajo de forma acumulada aproximadamente en 10%, equivalente a 4 años de pérdida económica.”. Así empieza el reportaje mencionado.

Estamos a tiempo de reaccionar para evitar llegar a condiciones más complicadas en Guatemala. Hay quienes estiman que aquí “medio podemos vivir en la jungla”, siempre y cuando haya a donde ir, donde hacer negocios y a donde exportar” y esa no puede ser la máxima.

Tenemos retos de todo tipo y una de las cosas que poco estamos hablando, es la manera en que hemos dejando a millones de niños por todo el país abandonados, lejos de los centros de Salud, de las aulas y de oportunidades sostenibles a futuro.

Todos los papas que en la capital nos hemos preocupado por la educación de nuestros hijos tenemos que invertir un poco de tiempo para demandar, proponer y procurar soluciones para la realidad que viven millones de niños en el Interior.

Cierto está que ya vamos tarde porque han sido otros millones los que ya dejamos abandonados y se quedaron condenados a migrar o a ofrecer mano de obra barata, pero debemos poner un alto a esta situación porque no podemos convivir con tanto rezago.

El Estado tiene una responsabilidad, está claro, pero nosotros como ciudadanos también y por ello es que debemos ejercer mejor esa ciudadanía para que quienes toman decisiones hagan algo integral para empezar a abordar opciones.

Si hay más de 8 mil escuelas en condiciones deplorables y que no permiten un regreso por la pandemia, debemos analizar dotar a las familias con computadoras, con Internet apto para estudiar y con sistemas de educación a distancia aptos para empoderar a nuestros niños. No puede ser que todos los esfuerzos se centren en cómo lo que pactan con alguien como Joviel Acevedo se quede en secreto.

No hemos gastado en vacunas (más que en el negocio de los rusos que Giammattei tanto empujó) y hay dinero que debemos invertir de manera estratégica. Hay datos (todo lo que se recolectó para el bono familia de la pandemia) y si hay intención más allá del Presidente y su Centro de Gobierno en los negocios, hay cosas que se pueden hacer para no llegar a consolidarnos como otra Nicaragua y para hacer algo por esa gente que sufre en silencio y en medio de una gran indiferencia ciudadana.

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