La desmedida corrupción y el afán por garantizarse impunidad a toda costa ha llevado al país a una tremenda encrucijada de la que no vamos a salir fácilmente porque no existe en el país un mecanismo legal que nos asegure el respeto absoluto a la voluntad popular. No deja de ser una paradoja que luego de tantas dudas que sembraron con sus acciones, el Tribunal Supremo Electoral esté actuando hoy como el último asidero para el respeto a la institucionalidad, tratando de oficializar los resultados de una elección que fue tan sorpresiva que ahora los derrotados acusan a Semilla de haber hecho fraude, aunque sea absolutamente obvio que el manoseo se hizo a favor de Vamos.
Movieron a casi 200 alcaldes a los que compraron dándoles carta blanca para que se embolsaran millones a cambio de que se comprometieran a llevar gente a votar por el oficialismo. Con un mal candidato y el presidente menos popular de la historia, posición que se ganaron a pulso por temas como el de las vacunas rusas y la prepotencia de Giammattei y compañía, el oficialismo se colocó en tercer lugar en las elecciones y las denuncias de acarreo de votantes y de pago por votos no fueron siquiera investigadas, mucho menos sancionadas.
En la cabeza cerrada y torpe de los aliados del sistema y pregoneros de la ultraderecha, no cabe la idea de que el pueblo harto de tanta diarrea mental y abusos decidiera votar por un candidato contrario a ese sistema corrupto y que habló de rescatar las instituciones de justicia para acabar con la impunidad que alienta tanto a los ladrones. Por supuesto que el grito de “comunistas” no se hizo esperar porque es la misma retórica que les rindió tantos frutos para acabar con la lucha contra la corrupción, cuando se dijo que la misma era parte de la “agenda de la izquierda”.
Los ciudadanos guatemaltecos demostraron su repudio abrumador al sistema. Unos no fueron a las urnas, otros fueron a votar nulo o en blanco y el resto decidió darle su voto a Semilla, generando esa sorpresa que tiene con la boca abierta y que no se logran explicar quienes creyeron que, con su siembra de odio en las redes sociales, estaban forzando a la gente a amarrarse con lo viejo conocido. Fueron los mismos que simplemente por aparecer apoyando a Zury la hundieron a una posición que ni ella ni su partido jamás imaginaron, pero es que el ciudadano no es tonto y recuerda aquello de “dime con quién andas y te diré quién eres”.
El sopapo a Zury Ríos fue de refilón porque en realidad iba teledirigido a quienes se creyeron sus mejores “propagandistas” y ahora son los que hablan del “escandaloso fraude que hizo Semilla”, con lo cual le están haciendo más propaganda de la que Arévalo y su partido pudieron soñar.
Hoy Giammattei publicó que no estará en el poder ni un día más allá del 14 de enero del año entrante y que espera que la segunda vuelta sea como estaba programada. Lástima que sea tan difícil suponer que la gritadera de los de Vamos ante las Juntas Electorales para entrampar el proceso sea sin la luz verde del Jefe de Jefes.