Oscar Clemente Marroquín

ocmarroq@lahora.gt

28 de diciembre de 1949. Licenciado en Ciencias Jurídicas y Sociales, Periodista y columnista de opinión con más de cincuenta años de ejercicio habiéndome iniciado en La Hora Dominical. Enemigo por herencia de toda forma de dictadura y ahora comprometido para luchar contra la dictadura de la corrupción que empobrece y lastima a los guatemaltecos más necesitados, con el deseo de heredar un país distinto a mis 15 nietos.

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Cuando se ven las confrontaciones que hay en el marco de la polarización que divide a la sociedad, uno pensaría que vivimos momentos decisivos en los que tendríamos que participar de acuerdo a nuestras preferencias y objetivos. Tristemente, esa polarización florece porque la mayoría de quienes se sienten ajenos a esos enfrentamientos burdos y estériles se hacen a un lado con actitudes de conformismo e indiferencia y eso es algo en lo que cada uno de nosotros debiera meditar seriamente porque, aun no siendo parte de ese juego perverso, al voltear la vista a otro lado nos desentendemos del torcido rumbo que toma la vida en ese marco de agresión e intolerancia.

La mayoría de la gente no comparte esas líneas de choque y disputa, pero tampoco hace nada para cambiar la realidad en que nos han hundido de manera tan maliciosa. Y es comprensible esa actitud porque en medio de tanto choque, descalificación y agresiones, todos sentimos que es mejor dedicarnos a nuestros propios asuntos y velar nada más por lo inmediato. La realidad es, sin embargo, que mientras se destruye la institucionalidad y se deja que los intereses más perversos sean los que marcan el rumbo de la sociedad, tarde o temprano, hasta los más ajenos e indiferentes van a terminar pagando el pato porque ante la sostenida destrucción del sistema de justicia, todos quedamos expuestos.

Cierto es que no se ven liderazgos que sean capaces de estructurar algún movimiento nacional de rescate de todo lo que la prostitución de instituciones ha destruido, pero tampoco hay, por el lado nuestro, de los ciudadanos, ese interés por encontrar puntos de acuerdo para ir generando una movilización que nos permita salir del atolladero al que nos han llevado. Hoy por hoy podemos sentirnos tranquilos y hasta seguros de que, siendo indiferentes y manteniéndonos alejados de esos temas nos podemos concentrar en las ocupaciones cotidianas y hasta seguir pensando en un futuro aceptable; pero cuando reparamos que para todo ello siempre será indispensable que existan reglas claras que aseguren el respeto al derecho de cada quien, caemos en la cuenta de lo difícil que pueden ser las cosas.

No creo que los malos sean más que los buenos, pero el problema es que los malos son activos y se pasan todo el tiempo cumpliendo sus propósitos perversos, mientras que la mayoría de los buenos se desentiende del mal causado y simplemente, con esa indiferencia, dejan la cancha libre para que los otros puedan seguir avanzando en esa destrucción consistente de las elementales normas de convivencia.

No se trata de temas ideológicos porque los mismos no se pueden siquiera discutir cuando se manipula tanto la información. Se trata de valores y principios, de ocuparnos por frenar la destrucción de todo lo que nos puede servir para unirnos en un esfuerzo serio por salir del atolladero. Articular entendidos que antepongan esos valores y principios a cualquier otra consideración debiera ser un objetivo de la mayoría de quienes percibimos los efectos del rumbo que ha tomado Guatemala.

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