Oscar Clemente Marroquín

ocmarroq@lahora.gt

28 de diciembre de 1949. Licenciado en Ciencias Jurídicas y Sociales, Periodista y columnista de opinión con más de cincuenta años de ejercicio habiéndome iniciado en La Hora Dominical. Enemigo por herencia de toda forma de dictadura y ahora comprometido para luchar contra la dictadura de la corrupción que empobrece y lastima a los guatemaltecos más necesitados, con el deseo de heredar un país distinto a mis 15 nietos.

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Uno llega a pensar que el cinismo de nuestros corruptos no tiene parangón porque, aún y cuando toda la gente sabe la clase de pícaros que son, se tratan de dar baños de pureza invocando a Dios a diestra y siniestra y repartiendo bendiciones como que fueran realmente santos dignos de estar en los altares. Pero que va, no es únicamente en nuestra Guatemala donde los sinvergüenzas pierden por completo cualquier asomo de pudor y, si no, baste poner el ojo al mensaje que, durante más de una hora, envió el presidente de la FIFA, Gianni Infantino, defendiendo a las autoridades de Qatar y pasando por alto el origen podrido de esta Copa del Mundo, que se realiza luego de que bañaron en dinero a los directivos de esa Federación.

El mayor problema para Infantino, está en lo que él califica como falsedades que la prensa europea (y mundial) ha publicado respecto a la cantidad de obreros contratados para construir los estadios y llevados desde países muy pobres que murieron por la falta de mecanismos para prevenir accidentes en las obras. Se habla de seis mil muertes que fueron acreditadas por las misiones diplomáticas de los países cuyos ciudadanos fueron contratados bajo condiciones que luego no se cumplieron, porque los contratos, los pasaportes de los obreros fueron retenidos por los organizadores de la Copa del Mundo, sin que los trabajadores pudieran apelar a las condiciones contractuales para ningún reclamo.

Todo eso fue calificado de falso por Infantino, quien preside a la corrupta organización que decidió hacer el Mundial en Qatar a cambio de millonarios sobornos. Simplemente, ese hecho, irrefutable, debiera haber servido para que el flamante Infantino se “ashilotara el hocico” en vez de hacer el ridículo hablando tantas sandeces para defender a los que, bañados en dinero, sobornaron y pueden seguir sobornando a quien les venga en gana. El discurso del presidente de la FIFA parecía alguno de los tantos discursos que los ladrones de aquí pronuncian para darse esos impúdicos baños de honestidad justificada, según ellos, porque están ejerciendo el poder (y robando) en cumplimiento de la voluntad de Dios.

Antes de abrir la boca para alabar a los corruptos que dieron las jugosas mordidas, Infantino debió al menos marcar distancia con su antecesor, pero, en vez de eso, lo que hizo fue subirse al mismo barco porque solo a cambio de Dios sabe qué prebendas puede alguien elogiar a un régimen que mundialmente es calificado como violador de derechos humanos, aunque esas violaciones se hagan con base en un supuesto fundamentalismo religioso que priva a la mujer de derechos, no digamos a los que creen o practican otras “preferencias sexuales”, como dice por aquí uno que otro muy alto funcionario de gobierno.

El mundial es una fiesta deportiva de enorme impacto mundial y la gente no dejará de ver los juegos por la podredumbre que rodea el evento. Pero es inaudito que alguien como Infantino todavía se dé el lujo de criticar a quienes señalan una dolorosa realidad que él pretende tapar con un dedo, aunque el resto del mundo la vea, entienda y reconozca.

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