Oscar Clemente Marroquín

ocmarroq@lahora.gt

28 de diciembre de 1949. Licenciado en Ciencias Jurídicas y Sociales, Periodista y columnista de opinión con más de cincuenta años de ejercicio habiéndome iniciado en La Hora Dominical. Enemigo por herencia de toda forma de dictadura y ahora comprometido para luchar contra la dictadura de la corrupción que empobrece y lastima a los guatemaltecos más necesitados, con el deseo de heredar un país distinto a mis 15 nietos.

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La presidenta del Tribunal Supremo Electoral ha señalado que hay campañas orquestadas de desprestigio contra la institución, pasando por alto que ese desprestigio se lo han ido ganando a pulso quienes ahora integran esa autoridad electoral de Guatemala, que llegó a ser tan prestigiosa. Nadie duda que reciben órdenes superiores que incluyen no solo el rechazo a la inscripción de candidatos y la cancelación o no de partidos, sino también la implementación de mecanismos digitales de manoseo de los resultados; y es que únicamente el Embajador de Guatemala en Washington puede creer la farsa de que aquí hay separación de poderes.

Cantado vale doble, dicen los jugadores experimentados, y se avisó con tiempo que uno de los mecanismos de manoseo electoral sería el rechazo a la inscripción de algunos de los aspirantes. El burdo doble rasero que usan para calificar la campaña anticipada, haciéndose los locos de lo que hace su jefe de jefes, mientras castigan a los que son críticos del gobierno, es más que suficiente. No digamos la forma en que están comprando el software para el manejo de los cómputos y de las cifras de la votación, situación que ha despertado preocupación hasta en gente que ha sido relativamente complaciente con Giammattei y su proceso de cooptación de la institucionalidad del Estado.

Desde su creación, el Tribunal Supremo Electoral tuvo el reto de romper con una larguísima tradición de fraudes electorales perpetrados de la manera más burda que se pueda imaginar. En ese tiempo no había uso de computadoras y aunque en las mesas electorales estaban delegados de todos los partidos, además de personas honorables que participaban el día del evento en la coordinación, al final se hacía el recuento de votos como querían tanto el Presidente de la República como el Ministro de la Defensa que, en esos setentas y ochentas, eran los jefes de jefes.

Arturo Herbruger, presidente del primer Tribunal Supremo Electoral, tenía una larga trayectoria de honradez, valentía y principios que no dejaría tirada por la borda. Todos los integrantes del TSE se esmeraron en los procesos que tuvieron que dirigir y se ganaron no solo el respeto sino la confianza de la población que ni siquiera cuando hubo un misterioso apagón, puso en tela de duda a la autoridad electoral.

Este tribunal no se parece en nada a los que le precedieron, empezando por el escándalo de los títulos académicos reportados por algunos de los magistrados y que se evidenciaron como falsos de toda falsedad. Pero más que eso, ha sido su comportamiento el que genera ese desprestigio que ofende a su presidenta, incapaz de entender que hasta quienes se han hecho los papos de los abusos de oficialismo se suman al movimiento de protesta por el peligro de que se concrete un fraude cibernético. El hecho cierto es que ellos no se han ganado la confianza de nadie y que con sus actuaciones se pintan de cuerpo entero.

Repito que solo el Embajador nuestro en Washington puede estar tan lejos de la realidad que sostiene que aquí hay independencia de poderes. Una cosa es repetir como loro lo que dice la Constitución y otra muy diferente es querer tapar el sol con un dedo.

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